El obispo de Córdoba abre la Puerta Santa del Año Jubilar en honor al niño mártir, San Pelagio

La Diócesis de Córdoba celebra este jubileo con motivo del 1.100 aniversario de este martir

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El obispo de Córdoba abre la Puerta Santa del Año Jubilar en honor al niño mártir, San Pelagio

Fran Durán

Córdoba - Publicado el - Actualizado

5 min lectura

El obispo de Córdoba, Demetrio Fernández, ha inaugurado la Puerta Santa del Año Jubilar que la Penitenciaria Apostólica ha otorgado a la Diócesis de Córdoba en conmemoración del 1.100 aniversario del martirio de San Pelagio. Este evento permitirá a los fieles alcanzar la indulgencia plenaria desde el miércoles 26 de junio de 2024 hasta el 26 de junio de 2025. Según informó la Diócesis de Córdoba en un comunicado, la ceremonia tuvo lugar en una capilla abarrotada de sacerdotes, seminaristas y fieles, donde el prelado realizó el rito de apertura de la Puerta Santa en la capilla del Seminario Mayor 'San Pelagio' y presidió la misa según el rito hispano-mozárabe.

En su homilía, Demetrio Fernández destacó la importancia del lugar de la celebración, pues en ese preciso sitio, San Pelagio dio su testimonio supremo de amor a Jesucristo y sufrió el martirio, siendo descuartizado vivo. "Este lugar es especialmente sagrado y ungido con el testimonio de San Pelagio", señaló el obispo, subrayando que la festividad de este día "es un llamado para todos los sacerdotes y fieles y la apertura de la Puerta Santa representa el corazón de Cristo abierto de par en par". San Pelagio provenía de una familia muy cristiana y el ambiente en el que creció le permitió dar un ejemplo notable de vida cristiana.

Al repasar su vida, el obispo resaltó la virtud de este joven de mantener por encima de todo la fe, la oración y las actitudes cristianas, como la castidad. "La fe en San Pelagio creció y se fortaleció a pesar de las adversidades, de las propuestas del Califa de darle una vida mejor a cambio de entregarse a él. San Pelagio siempre tuvo claro que pertenecía a Jesucristo", destacó el obispo. El obispo también mencionó la heroicidad de San Pelagio y su defensa de la castidad, convirtiéndolo en un testimonio elocuente de fe.

"La castidad es la sexualidad ordenada que engrandece, porque la lujuria degrada a la persona", explicó Fernández, subrayando que "la castidad es una virtud que brota del Señor". San Pelagio, continuó el obispo, "vivió las virtudes de la valentía y la castidad, valores cristianos que siguen vigentes, y su testimonio estimuló la vida cristiana de todas las comunidades", ya que "su horrendo martirio por mantenerse fiel a Jesucristo estimuló la vida cristiana ante el dolor infligido e incidió en la Reconquista".

Para el Año Jubilar por San Pelagio, se ha previsto la celebración de charlas y conferencias centradas en la figura del niño mártir. A través de las redes sociales del Seminario y de la Diócesis, se difundirá por capítulos las virtudes de este mártir del siglo X. Además, se está preparando un documental sobre su vida con valor pedagógico, para distribuirlo entre escolares, sacerdotes, seminaristas y fieles.

Para ganar el jubileo, los fieles deberán seguir las condiciones habituales: visitar un templo jubilar, que en este caso incluye los Seminarios Mayor y Menor de Córdoba, la Parroquia de San Pelagio Mártir y la Catedral; aumentar la oración y rezar el Credo, además de confesarse y comulgar preferiblemente en los días previos o posteriores a la visita al templo jubilar.

Este Año Jubilar no solo celebra la memoria de San Pelagio, sino que también ofrece una oportunidad para que los fieles reflexionen sobre las virtudes cristianas de valentía, fe y castidad, personificadas en la figura del joven mártir. La apertura de la Puerta Santa y las actividades programadas a lo largo del año buscan inspirar y fortalecer la fe de la comunidad, recordando el sacrificio y la devoción de San Pelagio como un ejemplo a seguir en la vida cristiana cotidiana.

¿Quién fue San Pelagio?

San Pelagio fue un joven cristiano educado en Tuy por su tío Hermoigio, quien era obispo de esa diócesis. En el año 920, Pelagio acompañó a su tío en una misión para apoyar al Reino de Pamplona, que estaba siendo atacado por el califa Abderramán III. Sin embargo, tras la derrota en la batalla de Valdejunquera, ambos fueron capturados. Después de tres años de cautiverio, Hermoigio fue liberado, pero Pelagio quedó como rehén de Abderramán III.

Durante su tiempo en cautiverio, Pelagio enfrentó una dura prueba de su fe. El califa Abderramán III intentó seducir al joven, prometiéndole riquezas y honores si renunciaba a su fe cristiana y accedía a sus proposiciones sexuales. Pelagio, sin embargo, rechazó firmemente todas las ofertas del califa, manteniéndose fiel a sus creencias. Su negativa provocó la ira de Abderramán III, quien ordenó su tortura. Pelagio fue brutalmente martirizado, desmembrado con tenazas de hierro, y finalmente despedazado, arrojando sus restos al río Guadalquivir el 26 de junio del año 925.

Los restos de San Pelagio fueron recogidos piadosamente por los cristianos de Córdoba y enterrados en el cementerio de San Ginés, mientras que su cabeza fue depositada en el cementerio de San Cipriano. En el año 967, bajo el reinado de Ramiro III, sus restos fueron trasladados a un monasterio en León, fundado por el rey Sancho I. Posteriormente, entre 984 y 999, sus restos fueron llevados a Oviedo y depositados en el monasterio de las monjas benedictinas de San Pelayo.

La hagiografía de San Pelagio destaca su inteligencia y su firmeza en la fe durante los cuatro años que pasó como rehén en Córdoba. Se mantuvo activo en la promoción del cristianismo, lo que llevó a Abderramán III a intentar convertirlo al islamismo, una propuesta que Pelagio rechazó vehementemente. Sus palabras reflejan su convicción inquebrantable: "Si, oh rey, soy cristiano. Lo he sido y lo seré por la gracia de Dios. Todas tus riquezas no valen nada.

No pienses que por cosas tan pasajeras voy a renegar de Cristo, que es mi Señor y tuyo aunque no lo quieras". San Pelagio es venerado como mártir por su fe y pureza, y su historia sigue siendo un ejemplo de resistencia y devoción cristiana. Su vida y martirio son recordados y celebrados, y reliquias de su cuerpo se veneran en varios lugares, incluyendo un hueso de uno de sus brazos en el monasterio de San Pelayo de Antealtares en Santiago de Compostela.

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