Cinema Jaén confinado, con Luis Moreno

“Deseos humanos”

Para no romper la rutina que hemos establecido en esta “encerrona”, primero recomendaremos una película perteneciente al tan querido cine clásico.

En esta ocasión hemos elegido una turbia historia de pasión, celos, amor, odio y muerte. Se trata de la historia de un ferroviario que, temiendo perder su empleo, le pide a su mujer que interceda por él ante un ejecutivo: “Deseos humanos”.

“Deseos humanos”, del gran director austríaco Fritz Lang, se basa en la obra homónima de Émile Zola, considerado el padre del naturalismo. Al frente del reparto de actores aparecen tres nombres fundamentales: Glenn Ford, Gloria Grahame y Broderick Crawford, quienes ofrecieron un verdadero recital interpretativo; aunque, si hay que destacar a alguien es a Gloria Grahame, una portentosa actriz que encarnó como nadie el papel de femme fatale.

Con “Deseos humanos” Fritz Lang volvió a demostrar que es uno de los más grandes directores de la historia del cine. Venía de filmar una obra maestra como es “Los sobornados”, y en esta ocasión se enfrentaba a un relato repleto de turbulentas pasiones que se mezclaban con la violencia. Todo ello rematado con una secuencia final antológica, que ha quedado para los anales, en donde la cámara avanza sobre las vías del tren a gran velocidad y en una dirección indefinida.

“No soy buena. Voy a decirte exactamente lo mala que soy”

Sería injusto, llegados a este punto, no hablar de la excelente fotografía en glorioso blanco y negro ferroviario de Burnett Guffey, un profesional que consiguió dos Oscar de la Academia por su trabajo en “De aquí a la eternidad” (1953) y “Bonnie y Clyde” (1967). Las imágenes son sobrecogedoras, llenas de expresividad y con una belleza plástica extraordinaria. Son unas luces y sombras intensamente dramáticas, acompañadas de unos contraluces sorprendentes que conseguían sacar lo mejor de los actores, especialmente de la química existente entre Glenn Ford y la perturbadora Gloria Grahame.

Frase de misántropo: “Sólo hay dos categorías de individuos: los malos y los muy malos. Pero hemos llegado a un acuerdo; así que llamamos buenos a los que son malos y malos a los que son muy malos”

“Una íntima convicción”

Dejamos el clasicismo de mi admirado Fritz Lang y nos adentramos en el cine contemporáneo. En 2018 la industria francesa produjo una película dramática judicial, basada en hechos reales, donde asistíamos a la historia de Nora, una combativa mujer que luchó de forma denodada para demostrar la inocencia de un hombre acusado de matar a su mujer: “Una íntima convicción”.

Interesantísima película en la que se reflexiona sobre el funcionamiento de la justicia en el país galo, poniendo énfasis en los comportamientos de los medios de comunicación que, en no pocas ocasiones, orientan sus informaciones con el propósito de satisfacer los instintos más bajos de la ciudadanía. En su desarrollo, “Una íntima convicción” tiene la habilidad de ir tejiendo una irremisible tela de araña argumental en la que el espectador cae gracias a un extraordinario guion escrito por el propio director debutante, Antoine Raimbault.

Estamos ante una película absorbente, que plantea un asunto tan delicado como espinoso: la responsabilidad de los jueces y jurados populares para juzgar a una persona sin tener pruebas contundentes. En definitiva, una propuesta acerca de cómo influyen en nuestras decisiones la habilidad o el talento de los abogados y fiscales para presentar un caso.

Quizá estemos ante la prueba palmaria, nunca mejor dicho en términos judiciales, de que el cine norteamericano no tiene la patente de los buenos dramas judiciales. La intensidad narrativa de esta película a lo largo de un proceso, donde queda retratado perfectamente el sistema judicial francés, se realza con las estupendas interpretaciones de Olivier Gourmet, que encarna al abogado defensor y, sobre todo, a Marina Foix, la batalladora mujer empeñada en descubrir la verdad.

FRASE: “Esto no es una victoria de la defensa, es una victoria de la justicia"