Carlos Pauner recuerda en COPE los tres días que le dieron por muerto durante su descenso del Kanchenjunga
El alpinista aragonés ha rememorado cómo fue aquella expedición en la que descubrieron una ruta de subida inédita por que, después, tendrían que bajar haciendo del camino toda una aventura
Zaragoza - Publicado el - Actualizado
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Carlos Pauner es uno de los pocos privilegiados que tiene en su currículum el logro de haber coronado los 14 ochomiles que hay en el planeta Tierra. Este miércoles, en los micrófonos de Herrera en COPE, ha recordado uno de los episodios más sonados de esa trayectoria.
Fue en su coronación al Kanchenjunga. El hito de esa expedición quedó, por desgracia, desdibujado por lo que ocurrió después. Pero en el ascenso alcanzó, junto al resto del equipo ("los italianos") un gran logro: abrir una nueva ruta para llegar a su cima.
Esta zona, conocida como la zona de la muerte, tiene muy poco oxígeno, como ocurre en el resto de ochomiles del planeta. Alcanzado el objetivo de hacer cima, la complicación llegó en el descenso. El tiempo cambio, las nubes se movieron y la ruta por la que tenían pensando bajar, se cegó por la climatología.
Ante este escenario, no les quedó más remedio que desandar lo andado y volver por la ruta por la que habían ascendido. Una ruta que no habían dejado preparada y que tenía bastante peligro. Pero no quedaba otra.
El ascenso comenzó con normalidad, pero en seguida el grupo se partió. Y Pauner quedó solo en ese descenso. Allí es cuando empezaron las complicaciones. Porque, después de separarse del grupo, se le partió un crampón y tuvo una caída de varios metros.
DESVIADO DE SU RUTA
Fuera del camino inicial. Pauner tuvo que volver a redirigir sus pasos después de haberse separado de forma definitiva de su grupo. Allí, el alpinista aragonés tuvo que lidiar contra varios contratiempos. Perdió gran parte de su equipo como "los guantes gordos" y "una bota se me abrió un poco".
Con el equipo mermado, y sin víveres, el aragonés estuvo tres días sin comer ni beber. Junto a eso, también tuvo que pelear contra las alucinaciones sonoras e incluso contra las alucinaciones visuales. Cuenta que "hubo un momento en el que vi a mi grupo, o me pareció verlo. Les grité. Hasta que me di cuenta de que me estaba viendo a mi mismo también en ese grupo".
Lejos de desesperarse, Pauner sacó fuerzas de flaqueza para continuar con el descenso y, tres días después, alcanzó el ansiado campo base. Todo, cuando muchos periódicos le daban por muerto. También sus propios compañeros de expedición.
"Uno de los italianos, con lágrimas en los ojos, me abrazó cuando me vio llegar. ¡Eres muy fuerte!, me decía", ha contado el mismo Pauner a Alberto Herrera en los micrófonos de COPE. Una historia de fortaleza y superación. Pero también con un puntito de milagro.