La vida del alcohólico: "Fue un ultimátum de mi mujer, me echó mi madre de casa y me vi en la calle"

Alcohólicos Anónimos salvó la vida a Jesús y Carlos, que cuentan en COPE su duro testimonio, cómo pasaron de ser bebedores sociales a adictos, y la impagable labor de la asociación

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La vida del alcohólico: "Fue un ultimátum de mi mujer, me echó mi madre de casa y me vi en la calle"

Jaime del Olmo

Santander - Publicado el - Actualizado

5 min lectura

¿En qué momento alguien se da cuenta de que tiene un problema con el alcohol? ¿Cuándo la cabeza hace el 'click' necesario para pedir ayuda? La adicción a la bebida es un grave problema que puede destruir familias, puestos de trabajo, llevarte a la ruina económica y entrar de lleno en una espiral autodestructiva de la que es muy difícil salir. Por suerte, además de tratamientos especializados públicos y privados, las personas dependientes del alcohol en Cantabria tienen un asidero fuerte desde hace más de 50 años: Alcóholicos Anónimos.

Con delegaciones en Santander, Torrelavega, Castro Urdiales, Reinosa, Colindres y Muriedas, el programa de recuperación de Alcohólicos Anónimos ayuda al alcohólico a poner en orden sus pensamientos confusos, y a deshacerse de la carga de negatividad de sus sentimientos. Los miembros asisten a las reuniones programadas con regularidad, para estar en contacto con otros miembros y para aprender cómo aplicar mejor el programa de recuperación en sus vidas.

COPE Cantabria, aprovechando los 89 años de la creación de la primera asociación de Alcohólicos Anónimos en el mundo, invitó a dos miembros de la delegación en Santander, Jesús y Carlos, para que compartieran con los oyentes su testimonio. Puedes escuchar la charla pinchando debajo de la fotografía.

"FUE UN ULTIMÁTUM DE MI MUJER":

Jesús, que lleva más de 30 años involucrado en Alcohólicos Anónimos, se encontró de repente con la cruda realidad en su propio hogar: "Fue una demanda de separación de mi mujer, o dejaba de beber o me echaba de casa. Fue un ultimátum. Se me vino el mundo encima porque me había echado mi madre de casa, no tenía contacto con mi hermano ya, y me encontraba en la calle".

Jesús recuerda claramente cómo fue esa primera vez: "Llamé a Alcohólicos Anónimos para capear el temporal y ver si podía solucionar el problema. Llamé por teléfono y vinieron 2 compañeros a verme en casa. Venían limpios, bien vestidos, no como estaba yo... pensé que era para cubrir el expediente, pero cuando les escuché y me dijeron que eran alcohólicos y que estuvieron como yo, fui a una reunión".

En su caso, pensó que la asociación podía 'reeducarle' a la hora de beber: "En la primera reunión creí que me iban a enseñar a beber, pero me di cuenta escuchando sus experiencias que yo tenía un verdadero problema; que no era cuestión de 2, 4 días allí ni aprender a beber. Me di cuenta de que no podría volver a beber... Yo no puedo volver a beber".

Y mantiene su palabra y su compromiso. Pasadas tres décadas, Jesús no ha sucumbido a la tentación de ser, como se suele decir, un 'bebedor social': "No he vuelto a probar el alcohol; no se me pasa por la cabeza, no merece la pena. Ya pase lo mío... No tengo miedo a recaer, porque mientras haga las cosas como las hago, no tengo problemas; por eso sigo yendo a Alcohólicos Anónimos y a mis reuniones, a compartir con los compañeros que estuvieron primero, con los que van llegando... Se ha formado una pequeña familia. Forman parte de mi vida, y la asociación me ha salvado todo. Perdí todo y ahora lo he encontrado todo".

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Carlos lleva menos tiempo acudiendo a la asociación, 4 años, y empezó a beber con 12: "Mi caso es el de un bebedor social y funcional que en un momento dado pierde el control en la manera de beber. Empecé con el grupo de amigos, íbamos a comer una hamburguesa, alguno pedía una caña, yo me sumé, no me gustaba la cerveza pero me acostumbré rápido".

"Empecé a beber los fines de semana, una o dos cañas. Cuando tengo 15-16 años, empecé a salir con chicas, y además de la cerveza tomo alguna copa, un gin-tonic, un cubalibre... Sigo estudiando, haciendo deporte sin problema; acabo la carrera, conozco a la que hoy es mi mujer, y sigo siendo un bebedor social. Lo que pasa es que la ingesta de alcohol es cada vez más grande. Cuando estudias una carrera los jueves es el principio del fin de semana, en la relación con clientes o amigos te 'obligas' a beber, te sumas a quedar después del trabajo a tomar una copa...".

Carlos sigue relatando su caso: "Y hay un momento en el que unos amigos me dicen que creen que tengo un problema con el alcohol. Yo lo niego, les digo que puedo dejarlo en cualquier momento. De hecho lo hice, dejé el alcohol, no bebí en tres meses, y como pensé que lo había vencido, creí que podía volver a beber, pero fue el inicio de una debacle...".

"ERA EL PEOR PACIENTE PORQUE MI ANHELO ERA BEBER":

Carlos recuerda sus "artimañas" para beber sin ser visto: "Después de esos 3 meses era consciente de que tenía un problema. Cuando alguien te identifica como alcohólico, lo que hago es que eviten que vean que bebo de más. Lo hacía a escondidas; si tenemos una comida, yo quedo un poco antes para tomar un par de blancos..."

En casa, como es lógico, la situación se agravó hasta un momento en el que explota todo: "Mi mujer me decía de todo; me ha soportado, me ha tolerado, hasta un punto tremendo en que mi familia se cansa y me dicen que lo mejor es que me vaya de casa. Yo rápidamente acudí a ayuda pública y privada. He tenido los mejores especialistas y todo tipo de programas y tratamientos en 14 años, pero yo era el peor de los pacientes, porque mi anhelo era beber, era lo que quería, volver a controlarlo. Conocía Alcohólicos Anónimos, pero muy de rebote; la primera conexión fue hace muchos años. No sabía ni que había 12 pasos, ni que había 12 tradiciones, no conocía nada... iba y no iba".

Su caso también tuvo un punto de inflexión en el que comenzó a retomar el control de su vida: "Realmente conozco a Alcohólicos Anónimos por una imposición de mi mujer; ella tenía un muy buen amigo que estuvo 22 años sin beber, y me dijo 'esto es lo último'... Hay un día en el que me ilumino para prestar atención en las reuniones, descubrí a gente con mirada franca y alegre y me dije 'quiero ser como ellos'".

Con el paso del tiempo y el esfuerzo personal, Carlos ve por fin luz al final del túnel: "La asociación me ha salvado completamente y me sigue salvando la vida. No me doy por recuperado del todo, estoy en progreso, pero ahora mismo he recuperado a mi familia de nuevo".

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