DEPORTES
Sí papá, da pena verlos
El Albacete Balompié encajó en Las Gaunas este jueves su octava derrota en catorce partidos. A este ritmo podría no pasar de 30 puntos al final de la temporada
Madrid - Publicado el - Actualizado
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Mi padre, que nos dejó hace algo más de un año, tenía varias frases-sentencia cuando, después de un mal partido del Albacete, mi madre le preguntaba por lo que acababa de ver en el Carlos Belmonte. Incluso ganando, cuántas veces le escuché decir: “jugando pa'trás, siempre pa'trás...”, “son la negación del fútbol” y la última, “pero si da pena verlos”.
Viendo a este Albacete 20-21, me viene a la cabeza esa última frase porque es lo que siento: pena y tristeza por un grupo de jugadores que cada vez que salen al campo lo ponen todo, pero ese todo no es suficiente. Es como ver a un grupo de niños jugando contra adultos, como si un gorrión trata de quitarle una miga de pan a una gaviota...
En un grupo de once futbolistas de esta Segunda división quizá puedes 'esconder' a dos o tres que no sepan tocarla o que cada vez que centren o chuten a portería rompan una butaca, pero esconder a ocho es más complicado.
Segunda B tiene a día de hoy 102 equipos y estoy seguro de que en esa categoría no debe ser tan difícil encontrar laterales, interiores, centrales y hasta delanteros que hayan jugado al menos 30 partidos y de entre esos, elegir al menos dos o tres que puedan jugar un escalón más arriba, y hasta puede que alguno tenga gol. Un club de Segunda como el Alba debe nutrirse de ese mercado, pero no puede ser su principal baza para hacer una plantilla y que encima los que vengan no sumen apenas lleguen a los 30 partidos entre todos.
Un portero de Forges que analizaba cada jornada de Liga decía hace años en El Mundo: “Para qué traer futbolistas de fuera si aquí los tenemos igual de incapaces...”. Pues eso, que seguro que muchos de los que vienen no superan a algunos de los chavales que después de doce años en la mal llamada cantera se marchan a jugar a La Gineta o Las Pedroñeras porque aquí se acabó su historia.
Los clubes que antaño eran de socios como mi padre, ahora son de grupos de inversión y gente con pasta como nuestro Kabchi, que arriesgan su dinero y confían a ciegas en personas como Mauro Pérez, al que parece que la salvación agónica de la pasada campaña no le sirvió para aprender.
El club es suyo y pueden hacer lo que quieran sin rendir cuentas más que a los accionistas que son ellos mismos, pero mi padre sabía, igual que mi hijo ahora o yo mismo, que Kabchi, Varela, Mauro y todos esos futbolistas pasarán, pero nosotros, los que vimos al Alba en campos de tierra, nos mojamos bajo la lluvia o nos helamos de frío seguiremos aquí como el conserje del ministerio ve pasar ministros y ministros uno tras otro.
Mi padre se marchó con la bandera del Albacete sobre su féretro y el escudo en la solapa, habiendo visto a su club en todas las categorías, pero lo dejó en Segunda y luchando por volver a Primera. Era mayo de 2019. En poco más de un año, la tristeza y la apatía, quizás la misma que tiene la ciudad y sus aficionados durante estos últimos meses, también se ha apoderado de un equipo que da pena en los campos y se desliza inexorablemente hacia el fútbol invisible de Segunda B.