A Jesús Enrique Colombo
Un caballero de esta isla. Por Julio Martínez
Cuando Simón Bolívar justificaba y alentaba a los criollos a rebelarse fue cuando consiguió Venezuela acabar con su república. Entraba triunfante Bolívar en Caracas sabiéndose ganador de la batalla. Ayer, su compatriota Colombo entró triunfante y febril en Albacete; ayer Colombo conquistó la feria del centenario
Madrid - Publicado el - Actualizado
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El bravo novillero venezolano, que andaba de puntillas aquejado de fiebre, no tuvo problemas en toser y estornudar delante de sus dos novillos. Con cada muletazo bajaban los grados en el termómetro del torero y subían los Celsius del respetable –a veces poco entendido- público manchego.
Una figura de los novilleros como tiene que ser, hecho a la antigua; fraguado en los montes jienenses y tocado por la varita de Hanumân, Dios de la fuerza. Porque tiene Colombo motivos y razones para estar en el sitio que está, pero esa fuerza física largo tiempo hace desde que fue identitaria de algún novillero. La capacidad para abrirse de capote casi sin probar al toro, la rotundidad en banderillas llegando a romper los palos por exceso de vigor y la claridad de mente con la muleta reflejan lo que es y será Colombo. Arrojo y voluntad desmedida, pasión por el toreo. Lo lleva en la cabeza, lleva además una cornada que, oye, no se dio cuenta casi ni el torero. Por esas razones está en el sitio que está, no le da importancia a la cornada, asusta al propio miedo y sí, toca hablar ya de la espada de Jesús Enrique Colombo
Le preguntaba a Juan Ruiz Palomares: “Oye Juan, ¿sabe Jesús lo que es pinchar un toro?”. Como una apisonadora es la tizona del venezolano, ya no es verlo más o menos claro, es el simple hecho de localizar en su mirilla el hoyo de las agujas, enfocar bien el punto rojo y adelante. Y si lo tiene que hacer sin muleta, pues allá que vamos, sin muleta. No tiene miedo, solo tiene ganas de ser torero. Su toreo y desparpajo le vendría bien a muchos de sus compatriotas que, como en tiempos de Bolívar, buscan la libertad y la dignidad. Venezuela tiene un torero.