Artículo de Julio Martínez Romero

Los que ganan guerras

Las guerras siempre las ganan los buenos. Lógico, porque son los vencedores los que escriben la historia. En la pugna por llegar a la alternativa, Jesús Enrique Colombo ha escrito otro capítulo más en su fulgurante historia

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Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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Las guerras siempre las ganan los buenos. Lógico, porque son los vencedores los que escriben la historia. En la pugna por llegar a la alternativa, Jesús Enrique Colombo ha escrito otro capítulo más en su fulgurante historia.

En la historia del toreo también quedan vencedores vencidos que fueron buenos, buenísimos. Por eso la tauromaquia es tan grande. Esta guerra es para valientes. Valiente es Jesús Enrique Colombo. Y como antaño, aparte de por la inteligencia, las victorias bélicas se dirimían por el buen uso de los aceros en el frente. La primorosa facilidad de Colombo con la tizona le hace acreedor de ser el vencedor en esta durísima guerra en que se ha convertido el escalafón novilleril.

Acero de la tizona, claro que sí. Pero es que el acero de los garapullos se suma también al arsenal con el que el venezolano pisa el albero cada tarde. Es que Colombo maneja los rehiletes como si la cosa fuese fácil. Y fácil no es. Pero hacerlo de la manera que él lo hace es si cabe más complicado. No precisa de la ayuda de sus peones, que los tiene y muy buenos; véase el caso de Marco Galán y su ilustre manejo del percal. No necesita que el toro esté en tal o cual terreno. Le da igual. De dentro a fuera; de fuera a dentro; en paralelo y en perpendicular. Donde él quiera. Escalafón superior o escalafón inferior… es indiferente; es difícil encontrar en el actual orbe taurino un torero –de oro, de plata o de azabache- cuyo desempeño con las banderillas sea tan apabullante.

Lo hablé no hace mucho en Albacete con su apoderado: “¡Pero Juan!, ¿este tío sabe lo que es pinchar un toro?”. Y es que no falla, es letal. Si tan descarada es su superioridad con las avivadoras, la rotundidad que demuestra con la espada es todavía mayor. A las puertas de la alternativa, Colombo llegará al doctorado con ambiente, con mucho ambiente. Porque el joven de Venezuela ha cumplido en su etapa de novillero como dictan los cánones: estando en novillero.

Figura de los novilleros, aspira ahora a tomar el cetro que ostenta su camarada Roca Rey. Suerte pues para él y que vengan días de gloria. El toreo los necesita y Venezuela también. Venezuela tiene un torero. Qué bien le vendrían a esa bella tierra más personajes como Colombo, jóvenes pero maduros, muy maduros.

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