Programa Religioso
Iglesia Notica en Segovia 21 11 21
«Aquí estoy para hacer tu voluntad»
Madrid - Publicado el
3 min lectura
Humanizar es hacer algo más humano, menos cruel, menos duro para las personas. No sé si es una sensación personal de quien les habla, pero últimamente tengo la impresión de que cada vez vivimos en una sociedad más deshumanizada. Deshumanización, ¡qué mal suena! Puede que sea la maternidad, que me ha hecho más vulnerable a la sensibilidad ajena. Cada vez más se nos llena la boca con palabras bonitas: solidaridad, empatía, entrega, acogida... pero, como decía mi abuelo, «obras son amores, y no buenas razones», y a la hora de la verdad, esas palabras quedan en papel mojado.
Tenemos que pedir cita para vacunarnos de la gripe por internet, comunicar a la empresa energética nuestro consumo por vía telemática, hacer operaciones financieras ante la pantalla de un cajero... ¿y las personas? ¿dónde quedamos las personas? Quizá se nos olvida que hay toda una generación, a la que debemos tanto de nuestro bienestar actual, que está perdida en un mar de tecnología que no entiende. Y lo peor, o tienen familia que les eche una mano, o no hay quien les ampare. ¿Estamos dispuestos a seguir viviendo en una sociedad individualista y tecnológica? ¿O todavía estamos a tiempo de cambiar hacia un mundo más humanizado en el que nos preocupemos más los unos de los otros?
En el espacio de entrevista, hablamos con un chico que llama la atención su gran capacidad comunicativa. Un joven que ha decidido dar un sí a su vocación religiosa y formarse para llegar a ser sacerdote. Actualmente, son pocos los que tienen la valentía y la capacidad para decirle al Señor «aquí estoy para hacer tu voluntad», de hecho hay quienes creen que esos pocos son una suerte de «bichos raros». A lo largo de la charla de hoy, ha demostrado que, este joven que hoy va a ser admitido a las Sagradas Órdenes es un chico completamente normal.
Él es Alberto Janusz, segoviano y seminarista mayor de la diócesis. Pertenece al Teologado de Ávila, y como tal, estudia en Salamanca donde, junto al resto de compañeros, vive un día a día como cualquier universitario. Con los nervios a flor de piel, se enfrenta a uno de sus primeros pasos importantes en el camino al sacerdocio, la Admisión a las Sagradas Órdenes. Una celebración en la que, públicamente, dirá «sí» a la llamada al Señor ante la que es su comunidad, la parroquia de San Millán. Un «sí» que, «no es una locura mía», si no que tiene bases fundadas y con el que la Iglesia le da un empujón para seguir la senda que ha decidido emprender.
Alberto se emociona recordando a su abuelo, ejemplo para él de persona y de cristiano, uno de los pilares de su vida y de su vocación sacerdotal. Porque él quiere ser sacerdote como una respuesta de amor a Cristo y a la Iglesia, para anunciar el mensaje de salvación y paz que el Señor nos trae. En esta sociedad cambiante, el seminarista cree que un sacerdote debe tener la disponibilidad por bandera: disponible para el pueblo de Dios, para los alejados, y para aquellos que tienen necesidades. Ahora, más que nunca, un sacerdote ha de estar a la escucha, caminando junto a los suyos sin cerrarse a nada y «dejándose sorprender».
Como él lo ha sido, Alberto anima a aquellos chavales que sientan la llamada del Señor y no sepan encauzarla, a ser valientes y decir sí, porque «el Señor te complica la vida, pero lo hace para que seas feliz».