La pandemia complica la actividad de las Clarisas, en A Coruña

Sor Josefina es una de las 18 monjas

ue vive en el pequeño

Llegó hace ya 10 años desde Kenia después de leer la vida de Santa Clara.

. Ahora, en un cuidado castellano, declara estar “enamorada” de la ciudad y de lo que hace.

Y eso que no es el mejor tiempo para esta congregación. El descenso de visitantes, por la pandemia, ha dejado a las Clarisas sin ingresos para poder sostener su actividad y arreglar las filtraciones de agua que afectan a una parte del convento. Las humedades del techo se cuelan hasta en algunas de sus celdas. “Vamos ahorrando para arreglar el tejado”, asegura Josefina.

LOS DULCES Y LA LAVANDERÍA

Ya no hay parejas que lleven huevos para asegurar buen tiempo en su boda porque, con las limitaciones de aforo, se han desplomado los enlaces. Solo “de vez en cuando viene una docena”. Esto complica la elaboración de las cocadas, los almendrados o los bizcochos -estos por encargo- que venden para sostener su actividad. Son totalmente artesanales.

han cerrado los hostales o pensiones que aprovechaban su servicio de lavandería. Con una máquina industrial, lavan “mantas, sábanas, edredones…”, que dejan planchados “con mucho amor”. Por eso,

UNA VIDA DE ORACIÓN

Pese a todo, esta religiosa asegura que “no tenemos pena, tenemos esperanza, porque el Rey de Reyes está con nosotras día y noche”. Todos los días, las clarisas dedican buena parte de su tiempo a la oración. Unos rezos que ahora se han incrementado porque en ellos está muy presente el coronavirus y el fin de la pandemia.

Sor Josefina solo tiene buenas palabras y un agradecimiento inmenso para todas las personas que colaboran

este silencioso grupo de grandes mujeres que viven en el corazón de la Ciudad Vieja.

Sienten también las oraciones de gente que está lejos y que a veces llaman para saber cómo están. La respuesta, siempre la misma: “estamos bien, gracias a Dios”.