Pasear cerdos por el parque de Rosalía de Castro en Lugo: ¿Quién lo diría?
María Dolores, conocida cariñosamente como Mari Loli, fue una joven vivaz a mediados del siglo XX, correteando por las calles de Lugo, una ciudad que parecía vibrar entre la esencia rural y el bullicio urbano
Lugo - Publicado el - Actualizado
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En aquella época, lo que hoy son calles asfaltadas y edificios modernos, solían ser cuadras y pastos donde la vida transcurría con un ritmo diferente.
En pleno centro de Lugo, cerdos y becerros
Mari Loli, de familia ganadera originaria de Friol, recuerda con nostalgia el Lugo de la posguerra, donde su abuela se convirtió en un símbolo del barrio de Recatelo, conocida como "La Parrula". En su hogar, ubicado en la antigua calle Cedrón del Valle, 17º, a escasos metros de la muralla, se criaban animales como becerros, cabras, terneros y cerdos, que luego se vendían en el bullicioso Campo da Feira, el mercado que aún hoy es un punto de encuentro en la ciudad.
Entre las anécdotas entrañables que Mari Loli guarda en su memoria, destaca la vez que un becerro se escapó y, junto a sus amigos, recorrieron las cuestas del parque hasta el "Muiño", donde finalmente lo encontraron. Su abuela, poseedora de una cerda, o "cocha", como le decía, tenía una camada de diez o doce cochinillos que se vendían en el mismo mercado donde hoy se levanta la Estación de Autobuses. "Allí se vendía ganado, había feria y de todo", recuerda con añoranza.
Paseando a la cerda
Uno de los pasatiempos más peculiares de aquella época consistía en llevar a pasear a las cerdas por el parque de Rosalía de Castro. "Las ovejas también las llevábamos a pasear por las cuestas del parque", comenta Mari Loli, con una sonrisa en los labios. Y es que el parque en aquellos tiempos era un lugar lleno de vida, donde, además de los patos o "parrulos", había un loro, con el que los niños pasaban horas conversando, como si fuera un viejo amigo.
Escondida bajo Jesús de Nazaret
Los recuerdos de Mari Loli están salpicados de travesuras. Una vez, su hija Chuchi cayó en una fuente profunda que albergaba peces de colores. "Llegó toda mojada", narra, con el alivio de saber que, afortunadamente, todo quedó en un susto. En mayo, cuando florecía el parque, dos guardias se encargaban de evitar que los niños robaran flores. "A mí me gustaba hacer alguna gamberrada", confiesa, y recuerda cómo un día llamó "guri guri" a uno de los guardias, que la persiguió por las calles de Lugo hasta que se refugió en la catedral. Sin embargo, sus planes de escape no funcionaron del todo, pues los guardias la encontraron, pero ella tuvo la astucia de esconderse "debajo de las faldas de la imagen de Jesús de Nazaret" y logró evadir la captura.
Los columpios del parque
Mari Loli también recuerda cómo la ciudad de Viveiro "estaba sin hacer, todo era barro". Con una mirada llena de complicidad, menciona que pertenecía a una cuadrilla de chavales intrépidos del barrio de Recatelo. Una vez, decidieron subirse a los columpios del parque para intentar tocar las ramas de los árboles con los pies. "En mi caso, se me fue tanto la mano –o los pies– que un día di varias vueltas de campana", relata, riendo a carcajadas.
Así era la vida en Lugo, donde el campo y la ciudad se entrelazaban en una danza de risas y aventuras, donde pasear cerdos por el parque de Rosalía de Castro era algo tan natural como el aire que se respiraba, y donde cada rincón guardaba una historia, una anécdota que hoy, con nostalgia y picardía, Mari Loli comparte con quienes deseen escucharla.