En memoria de Luis Aragonés, diez años después
Este 1 de Febrero se ha cumplido una década del fallecimiento del ex técnico del RCD Mallorca que alcanzó la gloria con España
Mallorca - Publicado el - Actualizado
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No hay nadie que conociera a Luis Aragonés que no pueda contar alguna anécdota con él. Alguien irrepetible, alguien con muchas luces y también sombras, esas que le asomaban quizá cuando no entrenaba, e incluso entrenando, que él se reconocía. Porque no hay como conocerse a sí mismo y a quienes te rodean.
Y es en eso donde Luis Aragonés era un maestro, estudiaba a sus jugadores y trataba de llegarles, fuera un elogio, fuera un chascarrillo, fuera una crítica, quería gente despierta y a un jugador convencido de lo que tenía que hacer. Si le torcían el gesto no tardaba en cogerle aparte. Y le convencía, o le convencía o el jugador sabía que se las tendría que ver con él si no cambiada de actitud.
Así, directo, sin rodeos. A uno al que le pareció verle mala cara un día en un entrenamiento del Mallorca, lo cogió aparte y se lo dijo: "Mire, usted no me traga, si tiene algún problema vamos ahí y nos damos de hostias". El jugador se vio sorprendido porque no era ese el caso, quizá estaba distraído, quizá había tenido un mal día, pero le dejó claro al técnico que no tenía ningún problema con él.
Así los quería Luis, despiertos y convencidos. Sabía que había jugadores con muy mala cabeza, entonces él se ponía como ejemplo y les hablaba de sus defectos y sus vicios. Y rebajaba la tensión, se mostraba como un ser humano con sus fortalezas y flaquezas, y eso hacía que el jugador le entendiera.
Se recuerda a Luis Aragonés por habernos hecho campeones de Europa tras una larga travesía del desierto. Por haber cambiado la historia del fútbol español. Pero fijense que Luis ya era un personaje de mucho calado antes de conquistar la Eurocopa. Alguien que no dejaba indiferente, que provocada división de opiniones, que se revolvía ante las críticas, que iba al cara a cara con el periodista cuando no le gustaba una pregunta.
Sí, se recuerda a Luis por sus éxitos deportivos, al Mallorca lo metió en Liga de Campeones, tercero en la liga, repitiendo la clasificación de Cúper que se pensaba que nunca más ocurriría. Después vendría para salvar al equipo en una segunda etapa. Primero se fue de Son Moix al Atlético para rescatarlo de Segunda. Después dejaría el Mallorca para irse con España teniendo contrato, pero no podía decir que no a la llamada de la selección. A Mateo Alemany le dio un disgusto, pero no podía pararse algo así, y gracias a aquella marcha para coger la selección España fue campeona de Europa en 2008.
Sí, se recuerda a Luis por sus éxitos depotivos, pero su impacto va mucho más allá. Su legado es su magisterio. Para algunos un grandísimo entrenador, para otros un buen entrenador pero mejor motivador. Para otros alguien antipático. Porque Luis tenía sus días. Podía ser un tío divertido y podía ser el tío más agrio del mundo como estuviera de mal café. Pensativo, dialogante, pendular, honesto, directo. Así le recuerdo. Ningún entrenador me ha impactado tanto en el trato directo como él. Es así. Pero hablamos de otro fútbol y de otros tiempos, de cuando el entrenador conocía a todos los periodistas y se molestaba en saber algo de sus vidas; hablamos de cuando las distancias no eran tan grandes, porque al final todos formamos parte del mismo mundo. Unos juegan, otros dirigen, otros arbitran, otros lo cuentan, cada uno en su sitio, todos formamos parte del mundo del fútbol. Pero eso Luis te lo hacía sentir porque él era así. Y sabía manejar ese entorno, sabía que no podría parar todas las críticas, que es imposible, pero sabía llevar ese entorno hacia donde convenía, buscando lo mejor para el equipo, que no le marearan mucho a los jugadores.
Explicaban en Marca Iniesta y David Villa que el "mister" les hacía sentirse libres en el campo y apoyados fuera de él. Creo que es la mejor definición que he leído de un jugador sobre Luis Aragonés. Dejan claro que no le recordarán tan solo como entrenador sino por todo lo que les enseñó.
Sin duda, ese es el gran legado de Luis Aragonés, algo que no se mide en número sino por el corazón.