La esperanza se sienta a la mesa en la Navidad de La Rioja

En La Rioja, el Teléfono de la Esperanza ha recibido en lo que va de año más de 800 llamadas relacionadas específicamente con una soledad no deseada intensa y generadora de mucho sufrimiento. Estas llamadas, con este motivo, suponen el 80% del total de consultas que recibe esta entidad.

El Teléfono de la Esperanza ha constatado que hay un aumento de situaciones de personas con pocas relaciones humanas, que sienten un enorme vacío, tristeza y miedo. 

Tendemos a pensar que esto es algo que les pasa a otros, pero no, este sentimiento de soledad puede sucederle a cualquiera en algún momento de nuestra vida.

Para 'luchar' contra esa soledad nació el programa ‘A tu lado’, un cena con mucho calor, calor humano, en la que se ofrece ayuda, apoyo y acompañamiento en la noche más especial del año.

Gente que ayuda a la gente con una mesa repleta del auténtico espíritu de la Navidad. Una mesa que ha vuelto a preparar, gracias a muchos colaboradores, el Teléfono de la Esperanza. Así, se ha celebrado la tercera edición de la cena 'A tu lado'. A esta hora queda ya el dulce sabor de la compañía y el cariño.

Gracias a un local cedido por la promotora inmobiliaria Samaniego, y la colaboración de cocineros del grupo Eurotoques y otros patrocinadores, casi medio centenar de personas han cenado esta Nochebuena acompañados.

Marian, voluntaria del Teléfono de la Esperanza en La Rioja, no tuvo dudas, su cena de Nochebuena la quería compartir con quien estuviera solo. Ella sabe muy bien qué es lo que más necesita quien siente soledad. Necesita ser escuchado. Así que ése ha sido el ingrediente estrella de la cena de Nochebuena del Teléfono de la Esperanza: la escucha. 

Comensales que no solo cenaron en compañía sino que tejieron unos vínculos de amistad y cariño que durarán toda la vida. Personas que buscan personas. Personas que saben lo que necesita quien anoche se sentó a su lado. 

Magdalena Pérez, presidenta del Teléfono de la Esperanza en La Rioja, explica en COPE que los asistentes han sido migrantes que viven lejos de su familia, personas mayores que no tienen allegados cercanos, padres y madres separados a quienes les toca pasar las fiestas sin sus hijos y familias que viven en una habitación en un piso compartido y no tienen posibilidades de organizar una cena tradicional.

Además, ahora las familias ya no son extensas como antes, cuando la tradición era juntarse muchos parientes para celebrar las comidas y cenas navideñas. Cuando va faltando gente en la mesa es fácil terminar en una soledad no deseada que se suma al sentimiento tan doloroso de echar de menos.