La crisis climática está
La migración de las aves
El premio nacional de medioambiente Julen Rekondo habla de la migración de las aves que está ya comenzando
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La migración de las aves es uno de los fenómenos más fascinantes de la naturaleza. Estamos en unas fechas, y todavía lo serán más en las próximas semanas, en que nuestros paisajes están siendo acariciados por el batir de millones de alas. Navarra es un lugar privilegiado para admirar el fascinante viaje de las aves, ya que la Comunidad Foral se encuentra en plena ruta migratoria occidental europea. Ahora bien, la crisis climática está alterando las pautas de comportamiento de las especies en todo el planeta. Uno de los grupos que muestran mayores cambios es el de las aves migratorias. De todo ello, vamos a hablar hoy con Julen Rekondo.
Julen Rekondo, experto en temas ambientales y Premio Nacional de Medio Ambiente
La migración de las aves es uno de los fenómenos más fascinantes de la naturaleza, y por eso lleva despertando la admiración y la curiosidad del ser humano desde tiempos inmemoriales. ¿De dónde venían todas esas aves que aparecían en ciertas épocas del año y a dónde se iban cuando desaparecían? Algunas de las respuestas que se dieron antaño pueden resultarnos hoy cómicas, pero hubo un tiempo en el que se creyó firmemente que las aves se escondían para hibernar, que ciertas especies se convertían en otras e incluso que algunas migraban a la luna. Varias de estas ideas erróneas perduraron sorprendentemente durante muchos siglos entre la comunidad científica. Por ejemplo, en su Migrationes Avium de 1757, Linneo seguía defendiendo las teorías de Aristóteles y aseguraba que las golondrinas se enterraban en los fangos de lagos y bahías de manera similar a los anfibios para pasar el invierno y emerger de su entierro llegada la primavera.
No fue hasta principios del siglo XIX cuando empezaron a realizarse de manera sistemática los primeros estudios sobre la migración de las aves con el propósito de averiguar a dónde iban y de dónde venían ciertas especies. Se comenzó de la manera más simple posible: observando. La lenta pero incesante acumulación de información acerca de cuándo y dónde llegaban, pasaban o se iban, dio sus frutos y a mediados del XIX ya se conocía el calendario de estancia de muchas especies.
Las numerosas expediciones naturalistas a África también fueron trascendentales al observar y recolectar en invierno ejemplares pertenecientes a las mismas especies que se encontraban en Europa sólo durante la primavera y el verano. No en vano, dos siglos antes, el naturalista francés Pierre Belon ya decía que las planicies egipcias se tornaban blancas de tantas cigüeñas como allí se concentraban en septiembre y octubre, y no iba desencaminado al decir que se marchaban a África porque allí no hacía tanto frío en invierno como en Europa, mientras que regresaban aquí para huir del calor tórrido del desierto en verano.
Precisamente fue una cigüeña, cazada en 1822 en Alemania, el ave que proporcionó la primera prueba material de que había estado en África, al encontrársele clavada una flecha que por sus características pertenecía a alguna de las tribus que por aquel entonces poblaban la región occidental subsahariana. Pero hasta la introducción del anillamiento a finales del siglo XIX no se pudieron establecer vínculos inequívocos entre sus lugares de origen y destino. Esto permitió trazar con precisión las zonas de paso e invernada de muchas especies y poblaciones. No obstante, después de un siglo y con decenas de millones de individuos marcados, el anillamiento sigue resultando infructuoso para muchas especies debido a las bajísimas tasas de recuperación, lo que genera, aún hoy, importantes lagunas sobre aspectos básicos de la migración de algunas aves.
Cada anilla lleva un número a modo de DNI y una dirección o remite de contacto. El anillamiento es el método más barato y general, pero las últimas tecnologías permiten hoy emplear sistemas de geolocalización y seguimiento remoto como emisores satélite-GPS, geolocalizadores y datalogger. Estos nuevos sistemas de marcaje aportan información mucho más detallada sobre el pájaro. Establecen la localización del ave varias veces al día durante años, por lo que permiten conocer matices como cuánto tiempo permanecen en sus áreas de cría e invernada, cuándo inician su migración, por dónde la realizan, en qué puntos paran para descansar, su velocidad de migración y numerosos aspectos hasta ahora desconocidos.
Estamos en unas fechas, y todavía lo serán más en las próximas semanas, en que nuestros paisajes están siendo acariciados por el batir de millones de alas. Navarra es un lugar privilegiado para admirar el fascinante viaje de las aves, ya que la Comunidad Foral se encuentra en plena ruta migratoria occidental europea. Todos los años son millones de aves las que utilizan este territorio en sus desplazamientos. Muchas especies prefieren volar sobre tierra que hacerlo por encima del mar, y en su camino a latitudes más al sur o hasta África, las aves se encuentran en esta ruta con una cadena montañosa transversal, los Pirineos, que generalmente atraviesan por sus zonas más favorables. Por lo tanto, el pasillo situado entre el Pirineo navarro y el mar Cantábrico concentra en las épocas migratorias una gran cantidad de aves. Un punto importante de observación es el collado de Lindus, en el puerto de Ibañeta. Tres millones de aves han sido avistadas en los últimos cinco años desde el citado collado, situado en Burguete.
Pero la crisis climática está alterando las pautas de comportamiento de las especies en todo el planeta. Uno de los grupos que muestran mayores cambios es el de las aves migratorias. Los noticiarios ornitológicos de nuestro país recogen cada vez más avistamientos de aves silvestres fuera de temporada: especies estivales en invierno y aves hibernantes en verano. Ya ha dejado de ser insólito observar bandos de avefrías, cuya presencia señalaba hasta hace poco la llegada del crudo invierno, picoteando los rastrojos en pleno mes de agosto. Nada es ya como antes en la migración de las aves.
Un nuevo estudio elaborado por la organización conservacionista SEO/Birdlife confirma que las especies migratorias están alterando sus fechas de llegada y partida a la península Ibérica en respuesta al cambio climático. Según los datos registrados por los programas de ciencia ciudadana que impulsa esta organización, en los que miles de voluntarios comparten sus observaciones y notas de campo para sumar conocimiento, cada vez son más los pájaros viajeros que están cambiando su fenología para intentar adaptarse a las consecuencias del aumento de las temperaturas.
Una adaptación necesaria y de la que puede depender el futuro de buena parte de las especies de la avifauna ibérica, tal y como explica el biólogo Blas Molina, coordinador del programa Aves y Clima, de SEO/BirdLife: “Por ejemplo, iniciar tarde la fase de reproducción puede provocar que la cría de los polluelos no coincida con la presencia de alimento, lo que reducirá su probabilidad de supervivencia”.
Así, especies como el águila calzada, el milano negro, el abejaruco común, el avión común y el alcaudón común están llegando entre siete y 10 días más pronto que hace cuatro décadas. La grulla común llega dos semanas antes, la golondrina se adelanta más de 15 días y la cigüeña blanca arriba a nuestros campos con más de un mes de antelación. Respecto a esta última especie, los ornitólogos están comprobando que cada vez son más las que se quedan todo el año en la Península y deciden no migrar. Pero no solo ellas. La información recopilada demuestra que también están dejando de migrar muchas otras de las especies consideradas tradicionalmente estivales, como la abubilla, cuya presencia en campos, parques y jardines se extiende ya durante todo el año en buena parte de nuestra geografía. Y lo mismo ocurre con algunos pájaros hibernantes que prefieren quedarse en el norte de Europa y están dejando de bajar a la Península en otoño, como petirrojos, currucas y estorninos. Los cambios en la migración de las aves son un testimonio más del avance del calentamiento global en todo el planeta. La golondrina común es la especie con más registros recopilados por SEO/BirdLife. Considerada uno de los pájaros más viajeros de la fauna ibérica, su llegada venía siendo un indicador clásico de la arribada de la primavera, pero eso también está cambiando. En Sevilla y Huelva empiezan a verse en enero, mientras que en algunas zonas del mediterráneo aún se pueden observar golondrinas hasta bien entrado octubre.
Para SEO/BirdLife, estos cambios en la fenología de las aves silvestres las convierte en bioindicadores, testimonios vivos de un cambio climático que está impactando de manera generalizada en todos los ecosistemas y todas las especies del planeta. Un proceso que va a más y que en el caso de los pájaros se estaría convirtiendo en un selector natural al que se tienen que adaptar y que amenaza con alterar los patrones de presencia y distribución de las aves conocidos hasta ahora.