Cristina L. Schlichting: "Los barones socialistas asisten a estos fandangos con actitud genuflexa"
- 5 MIN
¡Muy buenos días, España! Pues queridos, estamos ya en campaña electoral, que es noticia que nos da un alipori, porque qué cansinismo esto. Saca el ABC ya encuestas de los posibles resultados de los comicios del 4 de abril en País Vasco y Galicia, que no traerán grandes novedades, porque revalidan -parece- su cargo los dos dirigentes en el poder, Urkullu, del PNV en Euskadi y Feijóo, del PP en Galicia, que busca la mayoría absoluta. Precisamente por esta cuestión no quiere el del Partido Popular un acuerdo con Ciudadanos, que a su juicio le restaría tirón.
Entendemos a Feijóo, pero también la necesidad del PP de extender sus bases, dada la capacidad demostrada de Pedro Sánchez para aglutinar en torno al PSOE a todas las fuerzas de izquierda y a casi todos los nacionalismos, entusiasmados con un Gobierno que les está ayudando a remar hacia sus objetivos. Un acuerdo de Casado con Arrimadas sería un buen golpe estratégico, pero si todo el mundo pone palos en las ruedas, el centro derecha continuará dividido y perdiendo agua electoral por las junturas.
Precisamente ayer aprovechó Sánchez en el Comité Federal del PSOE para lanzar una andanada a la oposición. El argumento fue el mismo que ayer comentábamos que usó Carmen Calvo, que las derechas sólo se ocupan de cosas que no interesan a nadie, como el pin parental o -toma ya- Venezuela.
Porque lo que el Gobierno propone, en lugar de pensar en la educación libre, la dignidad de la vida o la cooperación con Washington o Bruselas para conseguir que Rusia, China o la alianza bolivariana no prosperen, es un gran acuerdo parlamentario para la refundación de España. Refundación, como lo oís, porque se cree Sánchez que ha encontrado la piedra filosofal y que el resultado de la mesa de diálogo va a inaugurar una nueva incardinación de Cataluña en el estado español, con un respaldo político similar al del Estatuto de 1979.
Su plan pasa por aliarse en un tripartito con Podemos y la Ezquerra republicana y cambiar -dice- el rumbo. Sánchez vende humo y quimeras, porque la experiencia demuestra que los independentistas no van a cejar en su empeño y que la mesa de negociación chocará inevitablemente con las reclamaciones de autodeterminación y referéndum. Pretende no tocar lo que llama el modelo de Estado, pero eso es querer engañarnos con las intenciones de Junts Per Cat o la Ezquerra, sin mencionar a la CUP.
Tan astuto estuvo ayer que hasta Page, el barón de Castilla La Mancha, el único que levantó ayer la voz en un PSOE pastueño y dócil, hecho ya completamente a medida de Pedro Sánchez, salió de la reunión celebrando la cita. Lo escuchamos cuando entró, para ver cómo cambiaba.
Al salir, sin embargo, comentó que si el independentismo catalán se deja ayudar “podemos sacarlo del callejón sin salida en el que está metido”. También Susana Díaz aseguró a su vez estar muy tranquila con Sánchez, por la cuenta que le trae. “Unirá diálogo con legalidad”, aseguró.
Como lo que en realidad lleva en el bolsillo el presidente es la zanahoria de los dineros, que se prometen a troche y moche en el papel que se ha presentado a la mesa de diálogo con los independentistas, ayer intentó calmar al resto de las autonomías diciendo que las concesiones a Cataluña no serán en perjuicio de otros territorios, y citó el tren de Extremadura o la España vaciada. Parece mentira que los barones socialistas asistan a estos fandangos con la boca cerrada y actitud genuflexa. Al final, cada uno piensa sólo en conservar el puesto.
Hay que reconocer la astucia del presidente del Gobierno para convencer a todos de que España está corrigiendo rumbo y enfilando hacia el diálogo y la cordialidad. Parece mentira que este señor colaborase en el 155 con Rajoy y presenciase como todos lo que pasó con el intento independentista de 2017.
Al viraje en España acompaña el cambio de música internacional, en el que sirve Venezuela de botón de muestra, con el Gobierno bailándole el agua a Delcy Rodríguez y a Maduro. Ayer, en la Conferencia de Seguridad celebrada en Múnich, la ministra de Exteriores, González Laya, se permitió asgurar que nuestro país ha abandonado el consenso comunitario. Concretamente, afirmó con descaro: “La posición de España es tal vez un poquito diferente a la de otros países de la UE o de otros socios en Latinoamérica o del hemisferio norte, Estados Unidos y Canadá”.
¿De verdad puede permitirse España tener posiciones “un poquito diferentes” a los socios cuando está cayendo la que está cayendo después del Brexit y con los chinos y norteamericanos en plena guerra tecnológica? No parece, la verdad, muy realista.
Porque de la guerra tecnológica se habló precisamente en Múnich. La empresa Huawei y el 5G fue el asunto nodal. El secretario de Estado norteamericano, Mike Pompeo, acusó a Pekín de utilizar la empresa Huawei para introducir un caballo de Troya de la desinformación china. Y el secretario de Defensa estadounidense llegó a afirmar que si Europa adopta el 5G chino puede llegar a afectar a las grandes alianzas militares. “Si no comprendemos la amenaza que supone y no hacemos nada al respecto -señaló- puede verse comprometida la OTAN, la alianza militar con más éxito de la Historia”.
Insisto, en este contexto, con nuestros productos amenazados por las medidas norteamericanas, ¿puede España permitirse tener posiciones “un poquito diferentes” a sus socios occidentales? En la sesión de Múnich ha trascendido el criterio de que justamente la guerra comercial entre Estados Unidos y China podría haber influido en la cancelación del Mobile Congress de Barcelona.