Cristina, sordociega: “Colchoneros, mi bastón rojiblanco no es por el fútbol, diferencia mi discapacidad”
En el Día Mundial de la Sordoceguera una persona con discapacidad visual y auditiva cuenta en Fin de Semana con Cristina los retos a los que se enfrenta en el día a día
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El 27 de junio se celebra el Día Mundial de la Sordoceguera, una discapacidad muy específica y una realidad que, seguramente, desconozcamos en su totalidad. No pueden escuchar ni ver, pero por supuesto que se pueden comunicar y darnos a conocer su día a día. En España no existe un censo oficial, por lo que se calcula que el número de personas sordociegas oscila desde las 7.000 hasta las más de 200.000. Y las ayudas que se destinan a este colectivo son insuficientes.
Cristina Blázquez es casi del todo sordociega y necesita a una guía intérprete para ayudarla, Marta, asistente de ASOCIDE Comunidad de Madrid. Cristina ha estado en Fin de Semana con Cristina, donde ha relatado (ya que ella sí puede hablar) que nació con cataratas congénitas “porque mi padre es sordociego y a los 18 años empecé a perder oído y cuando sea más mayor seguramente pierda vista y oído del todo, pero bueno, es lo que me ha tocado vivir”.
Cristina reconoce que está “aislada en todos los sentidos” ya que tiene “no hay percepción de nada si nadie te hace llegar la realidad, necesitamos alguien que nos vaya contando”. Esto es muy difícil emocionalmente y, explica ella, “la barrera realmente la tenemos ahí a nivel comunicación, y es muy duro. Ya solo con la cajera del supermercado que te dice algo y no sabes lo que es. Algo tan sencillo como despertarse por las mañanas, ¿cómo creéis que un sordociego se despierta? Tiene que ser con algo que vibre ya que si suena no lo oye y si tiene luces no lo ves. El único despertador que es accesible es suizo y cuesta 600 euros, la barrera económica es enorme, no puedo gastarme 600 euros en esto, así que te compras un smartch-swatch que también te vibra. Nos encontramos con muchas dificultades”. Cristina también aclara que, para comunicarse con alguien sordociego, “no es gritarle sino acercarse al oído, vocalizar y hablar despacio, y ese es el problema, que muchos no vocalizan”.
Marta, por su parte, explica dónde ha aprendido el lenguaje de los signos en la palma de la mano: “Vengo de la carrera, de la Rey Juan Carlos, de Lengua de Signos y Comunidad Sorda, y ahí tuvimos una asignatura especial de sordoceguera, por lo tanto este sistema táctil lo estamos aprendiendo todo los guías intérpretes. Nos permite una comunicación más fluida ya que hasta ahora se hacía en la palma de la mano letra por letra, y gracias al dáctil abreviamos más y no tenemos que deletrear todo”; en todo caso Cristina aclara que “no permite expresar todo porque está en desarollo. Todavía no sabemos decir 'arroz con tomate', 'arroz' sí y se van incorporando las palabras”.
La pérdida progresiva de sentidos también afecta mucho, como explica: “No es pánico sino sentirse impotente. Pánico no porque he vivido así toda la vida y sé que es poco a poco pero es la impotencia de no poderte comunicar con otra persona, eso es lo que veo que tenemos mucha carencia los sordociegos. Y además tengo dos hijas, una de 17 y otra de 14, ésta con discapacidad visual, pero muy felices”.
Claro, este tipo de cosas hace que, a lo mejor, los amores sean más complicados: “Yo con los chicos... en mis tiempos no había acoso escolar como ahora pero sí es verdad que era el patito feo de la clase (risas), sí. Me llamaban gafotas y es verdad también que de adolescente era muy duro porque te afecta mucho, pero cuando cumples años te va doliendo menos y ahora me da igual. Mi hija de 14 años lo lleva mal, claro. Mi marido ligó conmigo con el deporte, he sido atleta paralímpica en España, récord en 400 metros entre otras cosas, y ahí conocí a mi marido, hacía ciclismo, es vidente normal, sin discapacidad”. Y aun así la convivencia no siempre es fácil ya que “la otra persona te tiene que ayudar pero no siempre está concienciada de tus límites y discapacidad y ahí surgen las confrontaciones”.
Sobre la ayuda por parte de los demás, Cristina piensa que antes “la gente era más sensible y solidaria hacia las personas con discapacidad, me acuerdo que de pequeña a mi padre le ayudaban enseguida. La sociedad ha cambiado, es distinta, no digo que no ayuden porque ayudan pero ha cambiado. Hay pérdida de humanidad, y de hecho de camino hacia aquí los que me preguntaban si necesitaba ayuda eran extranjeros. No es que los españoles no ayuden, lo hacen, pero ayudan tienen mucha ignorancia, no saben cómo ayudar a una persona sordociega, no saben que hay sordos y ciegos. Y yo quiero mucho a los colchoneros, a los del Atleti, pero una cosa: el bastón rojiblanco no es del Atleti, por favor, es de los sordociegos. Me dicen '¡Aúpa Atleti!' y yo 'aúpa', de verdad, pero no es de eso”.
Y para terminar, un mensaje: “Esta figura que tengo aquí a mi lado, que es mis ojos y mis manos, los guías intérpretes y mediadores comunicativos, son tan importantes para la gente con discapacidad de toda España. No me refiero solo a sordociegos y pido desde aquí que se las forme y tengamos a unos mediadores comunicativos y unos guías intérpretes que ayuden”.