Máximo Huerta: “Hay que ejercitar la memoria y la lentitud, volver a la tranquilidad de los 80”
El escritor, periodista y exministro de Cultura y Deporte pasa por Fin de Semana con Cristina para presentar su nuevo libro 'Adiós pequeño'
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Tiene una relación muy particular con su madre, tanto que lo ha llevado a un libro, ‘Adiós pequeño’ (Ed. Planeta / Premio de Novela Fernando Lara 2022), y reconoce que “solo había que mirar mi historia más cercana, dentro de mí, ya estaba escrita, solo tenía que ponerme a ello, me he sentido invadido. Es una historia de padres y madres silenciosos y con muchos secretos”.
Máxim, o Máximo, explica que ese cambio de nombre “coincide con la muerte de mi padre, pero soy el mismo. Lo único que tenemos es la familia y los recuerdos como patrimonio absoluto. Los recuerdos hay que revisitarlos de cuando en cuando, y la familia es el otro gran patrimonio”. De hecho él recuerda perfectamente cómo eran sus padres: “Padre rígido, madre que sufría e hijo perdido. Por eso tengo mi casa muy dentro de mí, de ella no sale de uno, nunca, pero es verdad que es complicado volver a una casa en la que hay muchos recuerdos, todos los objetos lo tienen. Las casas tienen mucha memoria y cada objeto podría serlo de una novela, y en este caso es de la mía”.
Queda claro que no pasó una infancia muy fácil, de hecho afirma que “ensalzamos la infancia para bien, queda tan lejos que la edulcoramos. La memoria es novelera y la vamos cambiando, la añadimos y eliminamos. La memoria no es lo que pasó sino lo que recuerdas, y lo vas cambiando poco a poco. Yo no revisitaría mi infancia porque esos años los recuerdo como años duros, con padres rígidos que querían respeto pero daban miedo, madres abnegadas pero que dejaban de ser mujeres para ser madres. Es una época complicada en el que el libro de familia era del padre, la madre era solo madre, no mujeres. Al final me pregunto qué sueños tenía mi madre que no pudo realizar. Hoy ser moderno es muy fácil y hay mucha queja de vicio”.
¿Qué es lo que aterra a Máxim Huerta? “He afrontado la pérdida como hijo único, que no es lo mismo que si tienes hermanos. Yo tengo miedo a la soledad absoluta, porque por muchos amigos que tengas, perder a un padre o madre es el miedo absoluto. En mi caso ver la debilidad de un padre que fue duro y que necesitó tu ayuda sabiendo que fue duro contigo pero se fue feliz. Mi padre y yo nos quisimos bien, y ver a mi madre que pierde facultades, porque la vida es despedirse, te hace ser consciente del vacío que va anunciándose y yo a eso le tengo mucho miedo, por eso escribí la novela, es mi reacción a estar en la fila delante de la muerte. Este libro es una celebración de la vida y de las cosas que han pasado, y de ese miedo a que los recuerdos se vayan y se esfumen. El olvido es lo que más se ejercita, más que el deporte”.
Su madre también está pasando por difíciles momentos de salud, y Huerta cuenta que “está como en pausa, de hecho me preguntaba ayer por la tarde ‘cuándo es la próxima resonancia’, yo disimulo pero ella está pendiente del tratamiento de la quimio. Y encima coincidió con ruptura de cadera, llega la demencia, se junta todo. Yo me fijo en pequeños detalles porque la única manera de parar el tiempo es fijarte en las cosas pequeñas, cómo se sienta y pone las manos, como mi abuela y yo haré lo mismo. Son gestos curiosos”.
¿Qué opina el exministro de Cultura y Deportes sobre el ritmo de vida actual? Se muestra muy crítico: “Vivimos muy deprisa y dispersos, como si fuéramos ‘runners’. Ahora que he vuelto al pueblo he logrado ir más despacio y de ahí ha salido la novela. He vuelto a ir a otro ritmo, más 80, sin tanta prisa. Hay que ejercitar la memoria y la lentitud”.
Por cierto que Máxim lleva un tatuaje muy especial: “Mi madre hace años me escribió una carta, muy bonita, y al final ponía ‘un beso’, y me lo llevé al tatuador porque en esa carta expresó lo que me quería besar, que no quería hacerlo físicamente porque está el virus”.
Uno de los momentos más complicados en su vida fue cuando decidió dimitir como ministro, que necesitó ayuda psicológica: “Fui y sigo yendo. Me parece que es muy bueno para el cuerpo, para verbalizar. Ayuda mucho. Algunos dicen ‘una pastilla y para adelante’ pues no, es bueno hablar y e ir al psicólogo. Ese discurso de despedida lo tuve que ensayar muchas veces para no romperme porque fue un momento de frustración y debilidad, sentir que no valías para nada. Emocionalmente te afecta y si te rompes se critica, quería quedar lo más neutro posible. Solo hubo un momento en que miré abajo el papel y escuché los flashes, dije ‘ya está la foto, da igual lo que diga porque esa es la imagen”.
Para terminar, Máxim relata lo que le queda por hacer tras aparecer en tv disfrazado de gamba y bailar y cantar: “La vida está para gastarla y para intentar encontrar momentos felices, los malos vienen solitos. Hay que disfrazarse, reírse. Quitarse importancia a uno mismo. De gamba sudé como un pollo, horrible, pero fue muy divertido”.