'Crónicas perplejas': “Con el paso de los años he descubierto que desearía parecerme más a mi padre”

Habla Antonio Agredano sobre si los hijos se parecen a los padres, si les gusta parecerse a ellos y en qué se parecen

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Escucha lo que se parece Antonio Agredano a su padre en sus 'Crónicas perplejas'

Antonio Agredano

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En esta sección de ‘Herrera en COPE’, Antonio Agredano mezcla lo “cotidiano y exótico” con una particular visión de las cosas de la vida capaz de equiparar con lo más sorprendente en sus "Crónicas perplejas".

Es obligación de todo hijo decepcionar a sus padres. Ya. Ya sé que dirán que no. Que sus hijos son magníficos, grandes profesionales, puntuales y cariñosos. No lo dudo. Pero miren hacia atrás. Recuerden. Hubo días malos. Dudas. Diálogos encendidos. Hubo impaciencia.

Porque la vida siempre es incierta. Porque la vida va y viene de forma desordenada. Mi vida, al menos, es como un recreo lleno de niños observado desde una azotea. Indescifrable y revoltosa. Ruidosa y agotadora.

Y no siempre estuve en el camino que mis padres querían para mí. Y no siempre expliqué mis pasos. Y si seguía un plan, no era un mapa claro. Era más bien una intuición. Y es difícil explicar una corazonada a los demás.

El tiempo es el betadine de nuestros afectos. Menos mal. Porque las grietas se reparan y las heridas se curan. Y esas cicatrices que quedan son el testimonio de lo vivido. De que lo intentamos. De que luchamos. De que nos mantuvimos en pie.

“No soy como tú ni quiero serlo”, le dije a mi padre hace mucho tiempo tras una regañina. Él quería mi provecho. Yo quería vete tú a saber qué. Con el paso de los años he descubierto que no sólo soy parecido a él, sino que a veces desearía serlo aún más. Heredar su nervio y su valentía. Heredar su paciencia y su convicción.

Hasta la lava termina enfriándose. Los hijos nos abrazamos a los padres. Entendemos, por fin, que todo lo que nos dijeron era por nuestro bien. Fracasamos, nos equivocamos, a veces teníamos razón, y no ellos. Pero eso ya es lo de menos. Lo importante es ese abrazo que une dos mundos. Ellos nos cuidaban. Y ahora nos toca cuidar a nosotros. Porque la vida es siempre una suerte de reencuentros.

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