'Crónicas perplejas': “¿Cuánto le debe mi generación a Francisco Ibáñez? Tanto que jamás saldaremos la deuda”
Antonio Agredano rinde homenaje a Francisco Ibáñez, fallecido el domingo a los 87 años
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En esta sección de ‘Herrera en COPE’, Antonio Agredano mezcla lo “cotidiano y exótico” con una particular visión de las cosas de la vida capaz de equiparar con lo más sorprendente en sus "Crónicas perplejas".
El tiempo es un ladrón silencioso. Entra en nuestras vidas con sigilo, sin forzar la puerta, sin hacer notar sus pasos; y nos va robando la infancia, joya a joya, detalle a detalle. Está bien así. La memoria es el único tesoro que conservaremos para siempre. El resto de cosas que nos pertenecieron pasarán de mano en mano, se venderán en la calle, serán parte de otras vidas, de otras infancias, de otras felicidades.
Murió Ibáñez, sobrevivirán sus personajes. En aquellos tebeos que aún guardo, en un armario, en casa de mis padres. Mi padre me los compraba de vez en cuando, en el quiosco, cuando traía la prensa los domingos. Si me había portado bien, si había hecho los deberes, si, y esto lo sé ahora, el mes había sido más o menos llevable para las cuentas familiares.
Los niños exigíamos la felicidad, a cualquier precio. Y Mortadelo y Filemón me regalaban una hora de risas, de exageraciones, de delincuentes patosos, de yunques arrojados contra las calvas cabezas, de contraseñas y de disfraces. Una hora tumbado en el sofá, imaginando nuevas aventuras, pensando en crear mis propios personajes, en alargar esa alegría lo máximo posible. Cuando cerraba el tebeo, cogía folios y colores.
Nunca se me dio bien dibujar, pero sí contar historias. Como estas que cuento aquí de lunes a viernes. Porque todo arranca en la niñez. También la intención de fabular. Y en esas viñetas muchos encontramos un ejemplo, un empujón y un desafío para contar nuestras propias aventuras. Para imaginar más allá de nuestras rutinas. ¿Cuánto le debe mi generación a Ibáñez? Tanto que jamás saldaremos la deuda.
Adiós a Ibáñez. Adiós a Chapeu El Esmirriau, a Aniceto Papandujo, a Magín el Mago o a Rodolfo Cobardino, que hicieron la vida imposible a nuestros dos héroes preferidos. Que persiguieron a Mortadelo y Filemón más allá de nuestros recuerdos. Porque sus aventuras siempre estarán en nuestra memoria, el único sitio donde el tiempo, ese ladrón silencioso, no ha conseguido entrar a robar.