'Crónicas perplejas': “Sin curiosidad, sin espontaneidad, sin niñez; la vida es un camino predecible y tremendamente aburrida”

Habla Antonio Agredano de la curiosidad de los niños, de sus preguntas y de quienes pierden todo esto con el paso de los años

'Crónicas perplejas': “Sin curiosidad, sin espontaneidad, sin niñez; la vida es un camino predecible y tremendamente aburrida”
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Antonio Agredano

Habla Antonio Agredano en sus 'Crónicas perplejas' en 'Herrera en COPE' sobre la curiosidad de los niños y de sus innumerables preguntas

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En esta sección de 'Herrera en COPE', Antonio Agredano mezcla lo “cotidiano y exótico” con una particular visión de las cosas de la vida capaz de equiparar con lo más sorprendente en sus 'Crónicas perplejas'.

“¿Cuánto queda?”, pregunta mi hijo pequeño cada vez que se monta en el coche. Da igual si vamos al Mercadona, a Córdoba o a Marte. La respuesta “ya mismo” no le vale. Quiere minutos, quiere kilómetros, quiere números concretos para saciar su curiosidad.

Los niños son voraces. Siempre quieren saber más. He visto en muchos adultos cómo se iba apaciguando esa hambre. Cómo se iban conformando con cualquier cosa. Cómo, con el tiempo, a veces, uno deja de preguntar. Y da las cosas por sabidas. Y sustituimos la curiosidad por una especie de seguridad impostada en todo lo que decimos. Y nos prohibimos eso de tener dudas. Y ya casi nunca usamos interrogaciones, solo exclamaciones inesperadas, inapropiadas, tediosas…

Echo de menos aquellos tiempos en los que el mundo era un lugar nuevo. Cuando no entendíamos su mecánica y éramos ajenos a muchas de sus emociones. Cuando lo cotidiano tenía capacidad de sorprendernos.

Por eso me hace feliz toparme con esas personas que mantienen viva su curiosidad. Que se dejan arrastrar por las expectativas. Que preguntan y dudan y tienen ese talento que es reírse de uno mismo. Esas personas para las que el mundo no es un hecho incontestable, sino una casa caprichosa y agitada.

Esas personas que, a veces, tienen la mirada de un niño. Esa mirada perpleja, ese titubeo precioso ante las cosas importantes, esas personas que ponen su luz donde nadie se lo espera. Porque sin curiosidad, sin espontaneidad, sin niñez… la vida es un camino predecible y tremendamente aburrido.

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