'Crónicas perplejas': "Daría cualquier cosa por escuchar cantar a mi madre en aquellos veranos interminables”
Habla Antonio Agredano de las canciones que escuchamos y cantamos en el coche, de los recuerdos que nos evocan
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En esta sección de ‘Herrera en COPE’, Antonio Agredano mezcla lo “cotidiano y exótico” con una particular visión de las cosas de la vida capaz de equiparar con lo más sorprendente en sus ‘Crónicas Perplejas’.
'Lady Laura. Abrázame fuerte, Lady Laura'. Mi madre canturreando en nuestro Seat Málaga blanco. Aquel coche que, de alguna forma, también fue un hogar. Las cintas de Roberto Carlos en la guantera. Los estantes giratorios en las gasolineras. De Córdoba a Sevilla. De Sevilla a Matalascañas. El campo amarillo de los veranos. Y la música saliendo exigida por aquellos pequeños altavoces. “Pon otra cosa, mamá”, le suplicábamos. Y mi madre cambiaba la cinta. Pero la nueva también era de Roberto Carlos.
Yo odio conducir por la ciudad. Soy indeciso. Tengo mala orientación. A mi GPS yo lo llamo Félix Bolaños, porque yo lo escucho, pero no lo entiendo. Soy torpe aparcando. Los pilares de los aparcamientos se apartan cuando me ven. Me sofoco con el resto de conductores. Pito cuando no tengo que pitar, insulto a los que me pitan con motivo. Pero cuando salgo a carretera. Cuando dejo atrás los polígonos industriales, los semáforos, a los repartidores del Just Eat, a esos que cruzan a lo loco con bolsas de basura en las manos, como si tirar la basura te otorgara una inesperada inmortalidad; cuando me alejo de la ciudad, decía, empiezo a bajar las pulsaciones. Y pongo música. Y entonces ya es otra cosa.
Yo canto peor que conduzco. Que ya es decir. Pero allí solo. Al volante. Da igual todo. Quedaron atrás las musicasetes, quedaron atrás los CDs, quedaron atrás hasta los USBs; ahora basta con el Spotify. Cientos de miles de canciones a mi disposición, aunque siempre pongo las mismas. Aquellas canciones que me llevan a otro tiempo. A los lugares donde fui feliz. Una vez me sumergí tanto en la memoria, paladeé tanto una letra, que empecé me emocioné allí solo, y empecé a llorar y tuve que pararme en una estación de servicio con un perrerón de lo más ridículo. Las canciones son traicioneras. Hacen como que son tus amigas, pero, cuando menos te lo esperas, te dan una puñalada por la espalda.
Una tarde de verano, volviendo solo a casa, hasta me puse Lady Laura. Aquella canción que mi madre cantaba siempre al volante. Mi hermana y yo detrás. Mirando por la ventana. La infancia es un paisaje en sí mismo. El Seat Málaga olía a Ducados, a Nivea y a ingenuidad. Nunca me gustó Roberto Carlos, pero daría cualquier cosa por volver a ser aquel niño aburrido y acalorado. En esos largos viajes. Daría cualquier cosa por escuchar cantar a mi madre en aquellos veranos interminables.