‘Crónicas perplejas’: “Es imposible entender a Messi sin entender a Maradona”

Habla Antonio Agredano de la final del Mundial de Qatar y la victoria de Argentina con Messi al frente

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‘Crónicas perplejas’: “Es imposible entender a Messi sin entender a Maradona”

Antonio Agredano

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En esta sección de ‘Herrera en COPE’, Antonio Agredano mezcla lo “cotidiano y exótico” con una particular visión de las cosas de la vida capaz de equiparar con lo más sorprendente en sus ‘Crónicas Perplejas’.

No se le vio sobre el césped. No estaba convocado. Ni siquiera estaba vivo. Pero allí estuvo, Diego Armando, llevando al equipo sobre su espalda. Es imposible entender a Messi sin entender a Maradona. Es imposible este Mundial sin aquel del 86. El fútbol siempre es un reencuentro: entre padres e hijos. Entre vencedores y derrotados. Entre completos desconocidos. Entre los que están y los que ya nos dejaron. Argentina es campeona del mundo. 36 años desde la última vez. 36 años dan para muchas ausencias, para muchas rupturas, para muchas noches en vela y para muchas mudanzas. Todo cambia, menos el vértigo de la pelota.

“Que el mundo fue y será una porquería, ya lo sé. En el 506 y en el 2000 también” dice la letra del tango Cambalache. Ayer se aclaró un poco la vida. Desapareció por unas horas la inflación, la corrupción y el miedo al futuro en un país como Argentina, habituado ya al bache. Este es uno de los misterios de este deporte: su efecto anestésico. No lo critico, como hacen muchos; al revés, lo extraño. Echo de menos el sopor de ser campeón de cualquier cosa. Desconfío de la gente que presume de digna. A mí, metedme en el vagón de los placeres vulgares, por favor. Del fútbol, del vino, de esos bares que bajan la persiana, pero siguen la fiesta dentro, de la veneración a héroes trágicos, de los comentarios fuera de tono. Ahí estoy yo. La dignidad, el decoro y la solemnidad que la trabajen otros. Que yo seguiré a lo mío.

Decía que el que gana una vez gana ya para siempre. El que pierde se cura, pero la cicatriz no se la va a borrar nadie. No sé qué es peor, si salir derrotado o que venga el pesado del presidente Macron a consolarte. Y pienso desde anoche, sobre todo, en estos dos futbolistas bajitos, con talentos inesperados. De Villa Fiorito a Rosario. De Nápoles a Barcelona. Del Estadio Azteca al Estadio Lusail. De Maradona a Messi. Y me alegro por un país que hoy amanece con resaca. Cuando salgo de aquí iré al supermercado a comprarme una botella de Fernet y brindaré por ellos. Y también por Maradona, un ídolo frágil, un sinvergüenza quizá, pero el futbolista más maravilloso y amargo que yo he visto. También por él abriré esa botella.

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