‘Crónicas perplejas’: “Los manifestantes chinos muestran folios en blanco con sus derechos y esperanzas"

Habla Antonio Agredano de las protestas en China contra la política cero covid

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‘Crónicas perplejas’: “Los manifestantes chinos muestran folios en blanco con sus derechos y esperanzas"

Antonio Agredano

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En esta sección de ‘Herrera en COPE’, Antonio Agredano mezcla lo “cotidiano y exótico” con una particular visión de las cosas de la vida capaz de equiparar con lo más sorprendente en sus ‘Crónicas Perplejas’.

“Bendito sea el caos, porque es síntoma de libertad”, dijo el político Enrique Tierno Galván. Las protestas en China son, ante todo, un mordisco de rebeldía sobre la dura carne del totalitarismo. El individuo frente al colectivo. La reivindicación de la propia vida sobre el pretendido bien común. Un debate que en España pasó de puntillas durante la pandemia: ¿Quién decide mis renuncias? ¿Quién decide los motivos de mis sacrificios? ¿Quién está legitimado para castigar mi libertad? Son preguntas que van más allá de la política. Son preguntas que hacen temblar nuestra propia arquitectura jurídica y social. Creo que el bien de todos es más importante que el bien de uno, pero ese camino, el del yo hacia el nosotros, hay que recorrerlo con verdad, con responsabilidad y con hondura. Es lo mínimo que le pido a un representante público. Y no es lo más habitual.

Los manifestantes chinos muestran folios en blanco. Es una protesta sutil y desgarradora. En ese folio en blanco caben sus derechos y sus esperanzas. Una cárcel sin barrotes, un techo completamente azul, pero una condena perpetua e invisible. China se ha cansado de ser China. China se ha cansado de la propaganda, de las restricciones, del celoso control de sus autoridades. Páginas web censuradas, confinamientos arbitrarios y una represión que no puede sepultar el descontento. El recuerdo de la masacre en la plaza de Tiananmén y la negación de un futuro recorren China de barrio en barrio y de universidad en universidad.

La República Popular de China es, cada vez, más impopular. La libertad se abre paso a dentelladas, como no puede ser de otra forma. Hasta la más sólida de las dictaduras tiene grietas, y es por esas hendiduras por las que se escapa el dolor, el ansia de progreso y el miedo. No es China, es la resituación del individuo frente al colectivo. Es una fiebre global. Quizá ha llegado el fin de este blando pastoreo que tan de moda está entre nuestros vanidosos y paternales dirigentes. Porque para alabar las virtudes del nosotros no es necesario despreciar y machacar las virtudes del yo. Porque, y no sólo hablo de China, sin la suma de los individuos sólo nos queda el delirio hueco del poder.

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