‘Crónicas perplejas’: "Nada más nostálgico que terminar siendo igual que tus padres"
Habla Antonio Agredano de la nostalgia
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En esta sección de ‘Herrera en COPE’, Antonio Agredano mezcla lo “cotidiano y exótico” con una particular visión de las cosas de la vida capaz de equiparar con lo más sorprendente en sus ‘Crónicas Perplejas’.
La doble pletina. Eso sí que fue un avance tecnológico y no la fusión nuclear. No se puede comparar una lista de Spotify con esa musicasete que grabábamos con nuestras canciones preferidas para la chica que nos gustaba. Escribiendo el título de cada tema ahí con letra bonita en la funda de la cinta de noventa minutos marca Maxell.
Me ha gustado el debate propuesto por Diego sobre la nostalgia. Me da miedo mirar atrás, porque tengo la sensación de que todo es peor ahora. Era más divertido lo de pegarle una patada a una pelota de plástico de esas de colores y marca supertele. Eran imprevisibles. O aquellos minutos esperando que cargara el juego en el Amstrad. O mojar galletas María en el Colacao caliente con D´Artacan en la tele. Es inevitable el deseo de querer volver allí, a esos pisos pequeños, con sus perros de porcelana en la entradita. Donde se ponga una minipimer, que se quite la thermomix. Y cómo era aquello de no tener el pitidito del Whatsapp sonando constantemente, no tener doscientos canales a tu disposición, que luego nunca sabes qué ver, o elegir muy bien qué foto hacernos porque los carretes eran, como mucho, de 36, y revelarlos costaba un dinero.
Me acuerdo de He-Man. Dónde iba He-Man con esa melena, que parecía Julia Otero. O esa angustia de no tragarse el chicle, porque se te iba a pegar a las tripas. ¿Qué es eso? Eso es queso. Cuántas veces lo hemos dicho. O lo de “No te enrolles, Charles Boyer”. Y lo bien que olía la colonia Chispas. Y lo rápido que se derretían los Frigodedos.
No es querer volver a esa época, que tenía sus cosas regulares, como todas, es el deseo de volver a ser un niño. Despreocupado. Curioso. Sin responsabilidades. Con la vida por delante. Ya estamos de vuelta de todo, y se nos nota el cansancio. Al menos tenemos el consuelo de nuestros hijos. Yo a veces me sorprendo diciéndoles a los míos “¿Te crees que soy el Banco de España?” o “Como vaya yo vas a llorar, pero con motivo” o “Un día cojo la puerta y me voy y a ver cómo os apañáis”. Nada más nostálgico que terminar siendo igual que tus padres. Incluso una tarde, le dije a mis hijos: “Tomaos rápido el zumo, que se le van las vitaminas”. Toma revival.
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