'Crónicas perplejas': “No le niego al mar ese algo hipnótico que tiene”
Habla Antonio Agredano de barcos
Publicado el - Actualizado
2 min lectura
En esta sección de ‘Herrera en COPE’, Antonio Agredano mezcla lo “cotidiano y exótico” con una particular visión de las cosas de la vida capaz de equiparar con lo más sorprendente en sus "Crónicas perplejas".
Siempre que me siento en la playa y miro la inmensidad del mar, pienso lo mismo: si la humanidad hubiera dependido de mí, lo más lejos que habríamos ido es a mojarnos los pies a la orillita.
Yo no entiendo a esos antepasados nuestros, cómo podían hacerse un barco con cuatro troncos y lanzarse ahí, a lo loco, sin saber qué hay más allá. Si es cuando no hago pie y ya me pongo nervioso. Y como esté el agua turbia y no vea lo que está debajo, es que me salgo.
Una vez me monté en un hidropedal. Y encallé. El mar no es lo mío. Y es verdad que veo los anuncios de perfumes de esos con el mar azul, en esas calas, en esos barcos, con esos bañadores turbo blancos, que tan bien me sentarían a mí… y me veo… me veo allí… pero luego pienso: ¿Y si viene una tormenta? ¿Y si me embiste una orca? ¿Y si se vuelca esto? ¿Aquí no habrá tiburones, no?
Y al final, digo: ¿Dónde se está mejor que en el chiringuito? ¿Y no será más bonito el pez en un espeto que rozándome las pantorillas? Le dejo la aventura a los demás, la verdad. Soy más de secano que un cactus.
Pero no le niego al mar ese algo hipnótico que tiene. Con sus idas y sus venidas. Con su bellísima oscuridad. Y pienso en Ulises. Y pienso en aquellas islas desconocidas. Y hay algo antiguo también en este miedo a lo desconocido. Ese respeto al carácter incontrolable de los océanos. O, simplemente, reconocer nuestra propia pequeñez, siempre sentados en la orilla de lo que está por venir.