‘Crónicas perplejas’: “Qué hermoso ruido el de estar vivo”
Habla Antonio Agredano de los vecinos, de ese ruido tan necesario que cuando falta desespera
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En esta nueva sección veraniega de ‘Herrera en COPE’, Antonio Agredano mezcla lo “cotidiano y exótico” con una particular visión de las cosas de la vida capaz de equiparar con lo más sorprendente.
Así nos lo cuenta Agredano:
"¿Qué fue antes? ¿El ruido o los vecinos? ¿Cómo eran los domingos por la mañana en el albor de los tiempos? ¿Reformaban ya entonces los hombres de Cro-magnon sus cuevas, bien temprano? ¿Qué pensaban sus vecinos cuando, recién salido el sol, los de la caverna de al lado empezaban a golpear la piedra? Han cambiado poco las cosas. Qué son miles de años. Allí donde haya humanidad, habrá un taladro con broca gorda perforando la pared, una mesa siendo arrastrada por el salón, un niño recorriendo los pasillos en su triciclo, un yorkshire ladrando en la terraza, el camión del butano bajo la ventana, el de la publicidad de las pizzas llamando al porterillo, una llamada para que cambies tu contrato del gas, un coche pitando a otro coche que ha aparcado en doble fila impidiendo su salida, la bronca posterior, los jóvenes con la música del móvil en el portal, las peleas de los que se quieren mal, la tele altísima del vecino mayor, una canica que rueda, un despertador que alguien olvida desconectar antes de irse de vacaciones… vivir es ruido. Tanto ruido, que cantaba Sabina. No es queja todo esto. Lo digo casi con alivio. Y me explico.
Dijo el músico de jazz Miles Davis que “el silencio es quizá el más fuerte de todos los ruidos”. No hay nada más aterrador que esa nada flotando por las habitaciones. Esa soledad en el aire. Las palabras perdidas. El silencio me desespera. Es como si el mundo, como un niño travieso, contuviera la respiración detrás de una pared para darnos un susto. Detrás de cada ruido hay vida. Es la vida, y no otra cosa, lo que da sentido a todo esto. El ruido es el latido de nuestros días. Sus esperanzas y sus labores. El juego de los niños. La celebración de un gol inolvidable. El brindis familiar tras una pena compartida. Tras la enfermedad, tras la pérdida, tras las ausencias, tras el despido, tras la ruptura, también hay ruido. Un ruido bellísimo, que es el de seguir, pese a todo, el ruido de soñar despierto, el ruido de confiar en el futuro. Ruido en las casas, porque las familias habitan sus propias ilusiones. Mis vecinos amanecen y se acuestan con una felicidad arrancada con esfuerzo a la cotidianidad. Qué hermoso ruido es ese, qué hermoso ruido el de estar vivo.