'Crónicas perplejas': “Siempre encontraremos consuelo en las familias, con un amor a prueba de bombas”
Habla Antonio Agredano de las familias numerosas y de lo exigente que es ser padre
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En esta sección de ‘Herrera en COPE’, Antonio Agredano mezcla lo “cotidiano y exótico” con una particular visión de las cosas de la vida capaz de equiparar con lo más sorprendente en sus ‘Crónicas perplejas'.
Ser padre es un deporte exigente. Ríete tú del bodypump. Hay lunes por la mañana en los que pienso: quién me mandaría a mí. Madrugones, legañas, colacaos bien removidos… “los zapatos me aprietan, papá”, “quiero llevarme el Spiderman a la clase…”. Las mochilas, las prisas, las bullas en la puerta. Cuando dejo a los niños en el colegio ya estoy cansado, y mi día apenas ha empezado.
Y eso que sólo tengo dos hijos. Cuando mi primo me dijo que iba a tener una tercera, me eché las manos a la cabeza. “¿Cómo vas a hacerlo?”, le pregunté. “Ya apañaremos”. Me gusta ese entusiasmo de la paternidad. Ese nervio. Cuando veo a familias extensas por la calle y se organizan, y se reparten los carritos, y las tronas en los restaurantes. Con la diligencia con la que los pequeños se montan en sus coches. Me gusta ese orden. Esa ternura horizontal. La complicidad entre los hermanos. Los amores, que son inagotables.
Mi abuela tuvo cuatro hijos. La mayor era mi madre. Ella me contaba cómo se organizaban en un piso de sesenta metros. Cómo dormían. Cómo se iban turnando en el baño. El puchero en la cocina. La alegría cuando se freían los repápalos. Cómo iban cuidando unos de otros. La mayor del segundo, el segundo de la tercera, la tercera del pequeño. Ahora que todo nos parece agotador, ahora que los padres nos quejamos de esto y de lo otro, en la era de las ansiedades y los estreses, pienso en aquella familia y su cotidianidad. Aquella diminuta muchedumbre en torno a la televisión en las noches de verano. Sin aire acondicionado, sin tablets, con una bicicleta para repartir entre cuatro.
La vida tiene muchos caminos, pero ningún camino es más importante que el de los afectos. Esas tribus improvisadas. Numerosas, expansivas y bellas. Todo ese cariño puesto en las pequeñas cosas. No sé hacia donde va nuestra sociedad, pero siempre encontraremos consuelo en las familias, en esos mundos minúsculos dentro del propio mundo. Con su capacidad para adaptarse a las circunstancias y con esa fuerza desconcertante para tirar hacia delante, en cualquier espacio, con cualquier presupuesto y con un amor a prueba de bombas.