‘Crónicas perplejas’: “La vida es como esa partida de domingo”

Habla Antonio Agredano de los juegos en familia

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‘Crónicas perplejas’: “La vida es como esa partida de domingo”

Antonio Agredano

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En esta sección de ‘Herrera en COPE’, Antonio Agredano mezcla lo “cotidiano y exótico” con una particular visión de las cosas de la vida capaz de equiparar con lo más sorprendente en sus ‘Crónicas Perplejas’.

Mi juego de mesa preferido es el Bingo, con mi familia, en la mesa camilla, con una copa de anís y los cartones a un euro. Los niños correteando alrededor de la mesa. La televisión apagada. Sin prestar atención a los móviles. Con el mundo sucediendo fuera, sin más. Las bolas dando vueltas en el bombo de plástico con ese mecanismo que siempre falla. Los garbanzos para tapar los números. La niña bonita, la rima del cinco y las risas si sale el sesenta y nueve. El calor del brasero, el calor del alcohol y el calor de los míos en la tarde de un domingo cualquiera, con el cielo nublado y el frío acariciando las ventanas. ¿Qué más puedo necesitar?

El juego es una forma de estar unidos. Una excusa para las confidencias y las carcajadas. Aunque a veces se nos vaya de las manos. Entre la diversión familiar y la Tercera Guerra Mundial hay un paso muy pequeño. En torno a la mesa, todos asumimos nuestro papel: el puntilloso, el marotero, el desganado, el intenso, el mandón, al que llaman por teléfono dejando la partida a medias, el que no se entera de las reglas, el que canta línea cuando ya se ha cantado otra línea, el que dice “en mi casa es que se juega así” para ganar por la vía rápida… De la oca al parchís, del parchís al dominó, del dominó al mahjong y del mahjong siempre al bingo que, en casa, une todos los juegos, por esa confianza ciega en el azar.

La vida es como esa partida de domingo. La vida es impredecible, caprichosa, frustrante a veces, donde nuestra personalidad, en ocasiones, nos hace perder la partida, con reglas que no entendemos o compañeros que nos sacan de quicio, con la familia a nuestro lado, con tableros pequeños e ilusiones gigantescas. La vida, a veces, es como ese número que no sale. Esa carta deseada pero perdida en el mazo. Ese dado que jamás nos regala la cifra precisa. La vida es ir y venir y pasarse de la casilla y tener que retroceder. Y saber que, pese a perder la partida, tendremos ocasión de volver a sacar las fichas más adelante, juntarnos en torno al tablero e intentarlo de nuevo, con la misma ilusión, rodeado de gente querida, entre risas, confianzas y azares.

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