Luis del Val: "La compasión de la vicepresidenta cuarta, Teresa Ribera, se extiende hasta su marido"

Y lo de su marido, dice el profesor, ha llegado a tal punto que Jordi Sevilla ha tenido que dimitir 

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Del Val: "La compasión de la vicepresidenta cuarta, Teresa Ribera, se extiende hasta su marido"

Luis del Val

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Entre la compasión de Teresa Ribera por los animales, y la humildad de José Luis Ábalos, no paramos de recibir lecciones que nos reconfortan. Lo de Teresa Ribera por los animalicos es de tal calibre que cualquier día, obligará a que se les ponga la epidural a las gallinas antes de poner un huevo, y así no cacarearán tanto las pobres.

Pero lo de José Luis Ábalos es algo que debería figurar en las antologías de la modestia. Porque cualquiera de nosotros, hacemos un servicio al Estado y, hombre, no digo que salgamos al balcón para que se enteren los vecinos, pero lo comentamos con los más allegados, ni siquiera por presunción, sino como un reconocimiento a la realidad. José Luis Ábalos, no. Lleva a cabo un gran servicio al Estado, trasciende a la Prensa, y en lugar de pavonearse y declarar con falsa compunción, “Pues sí, he sido yo, pero no tiene importancia”, en lugar de eso, lo niega. Y lo niega cuatro veces hasta que llega a reconocer que sí, que saludó a la narcomillonaria vicepresidenta de Venezuela durante 25 minutos. Veinticinco minutos. Si será atento. Vamos, invitas a tu casa a José Luis Ábalos a cenar y, si en un simple saludo invierte 25 minutos, seguro que no se levanta de la mesa hasta que no sea hora de desayunar. Pero es que su modestia es tan amplia, que no sabe lo que hicieron los policías, ni por donde la llevaron a quien tiene prohibida la entrada en Europa, con lo cual a ver si les meten un paquete a los pobres policías por secuestrar pasajeros por su cuenta. Es tan modesto, tan modesto, que dándose cuenta de que su recato y moderación pudieran parecer excesivos, soltó eso de “A mí no me echa nadie”, con modales tabernarios, para engañarnos, para evitar esa fama de humilde que le acompaña, aunque a nosotros, que somos perros viejos, no nos engaña. Pero si la humildad del ministro de aeropuertos en horas nocturnas es ya proverbial, la compasión de la ministra de las transiciones por los animalicos es tan intensa que, porque lo tiene difícil, pero mañana mismo prohibiría los toros, la caza y los fuegos artificiales que tanto asustan a los pobres perros. Bueno, y quiere que haya menos  vuelos de aviones, porque contaminan y asustan a los pájaros, y les va a poner más impuestos, a ver si las compañías quiebran y no están todo el día que si despego, que si aterrizo.

No es Greta, porque Greta todavía es menor de edad, y la señora Ribera ya ha cumplido los cincuenta, pero está en su sintonía, y la compasión se extiende más allá del mundo animal, porque también se le nota compasión por su marido, el señor Bacigalupo, que tenía sus más y sus menos con Jordi Sevilla, y Jordi Sevilla, presidente de una empresa del IBEX ha presentado la dimisión por razones personales, o sea, por el personal acoso de la vicepresidenta cuarta doña Teresa Ribera. 

Así que entre la humildad de Ábalos y la compasiva Ribera, esto más que un Gobierno parece un equipo de ejercicios espirituales para volvernos virtuosos. 

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