Luis del Val: "Lo de Juan Ortega no tiene vuelta atrás, pero la boda en el Congreso todavía puede arreglarse"
El profesor compara metafóricamente la boda cancelada de Juan Ortega con la ley de amnistía que no ha sido aprobada en el Congreso
Publicado el - Actualizado
2 min lectura
No hace mucho, un torero se negó a casarse unas horas antes de la ceremonia -Herrera lo entrevistó en su programa- y, ayer, una boda estupenda y laboriosa, que ha subido la demanda de pasajes de vuelo de Madrid y Barcelona a Bruselas, se interrumpió, unos minutos antes de celebrarse, porque a la novia le apretaban las costuras del vestido de la amnistía, y le quedaba muy estrecha.
Lo del torero no tiene vuelta atrás, pero la boda que iba a celebrarse en el Congreso de los Diputados, puede arreglarse todavía, porque no se trata de una boda por amor, sino una boda por interés.
El interés de un Cobarde Prófugo -presunto animador de un grupo de terrorismo callejero- y propugnador de delitos de alta traición, intentando implicar a potencias extranjeras, y el interés del apuesto novio, que necesita los siete votos de la novia para aprobar los presupuestos, y cualquier otra cosa que se le ocurra, para no perder por 171 votos frente a 179, como se demostró ayer.
Confieso que no me disgustó mucho que se interrumpiera -sólo momentáneamente- la ceremonia, porque no habían preparado comida para los invitados, de esa que luego se tira, y es que pertenezca a la generación de la posguerra -fui niño cuando faltaba incluso el aceite y el pan- y no hay cosa que más me duela que tirar la comida.
De todas formas, parece que la novia no quiere una amnistía, sino una bula papal del siglo XVIII, en la que se les perdone absolutamente todo a los secesionistas, a partir del día que hicieron la primera comunión, mientras el apuesto novio -que ayer tenía la mandíbula como si estuviera intentando partir huesos de olivas negras de Aragón, que son muy duros- ha recibido informaciones de que, en Bruselas, los coqueteos de los presuntos terroristas con los servicios secretos del tirano de Rusia, alarman más de lo que habían pensado.
Los siguientes días vamos a asistir a un panegírico del sentido patriótico de Pedro I, El Mentiroso, una loa a su sacrificio y su sentido estatal, que se quedará pequeño, cuando él mismo, como el sastrecillo valiente, con unas tijeras en la mano, corte las costuras y ensanche el vestido para que le sirva al referendum. Es lo malo que tiene cumplir años: que has visto tantas bodas, que casi nada te sorprende.