Luis del Val: "El submarino no es una metáfora, la droga mueve ingentes cantidades de dinero"
Asegura el profesor del Val, "que los servicios secretos de todo el mundo no temen que el narcotráfico compre submarinos sino que compre armas nucleares"
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Confieso que también pertenezco al amplio sector de público que se asombró de la aparición de un submarino empleado por los narcotraficantes, porque esto de los submarinos uno lo tiene clasificado en el apartado de la segunda guerra mundial. Además, uno conoce gente que se ha comprado un yate, pero carece de relaciones sociales con personas que se hayan comprado un submarino a no ser que su padre o su madre sean ministros de Defensa, almirantes o... por lo que sabemos, narcotraficantes.
También es cierto que el asombro duró poco, porque enseguida me acordé de una novela de Pedro Casals, titulada “Disparando cocaína”, y que tuvo su origen, según me contó a través de un asunto que vivió de cerca cuando vivía en Estados Unidos.
Pedro Casals trabajó mucho tiempo en la Nasa, y cuando estuvo viviendo en el sur de Estados Unidos fue testigo de un suceso que, al principio parecía misterioso. Hablo del siglo anterior. Cuando no existían los drones, De repente, comenzaron a aparecer avionetas destrozadas, pero sin víctimas en su interior. Lo normal, lo clásico, es que junto a la avioneta accidentada aparezcan los cadáveres del 'piloto y de su acompañante, o del piloto, o de un superviviente que se ha tirado en paracaídas. Pero sólo estaba la avioneta, como si la hubiera pilotado un fantasma. Pedro Casals, que ya había publicado varias novelas de éxito comenzó a interesarse por el extraño suceso, porque no creía en los fantasmas y, poco a poco, se llegó a la solución del narcotraficante. Desde Méjico fronterizo don Estados Unidos, o desde el sur de Méjico, se cargaba una avioneta con droga. Una vez llegado al punto discreto que la mafia había dispuesto, el piloto, volando muy bajo, arrojaba la carga con paracaídas para que no se estropeara con el golpe. A continuación, se elevaba algo más, el piloto se arrojaba también paracaídas, y la avioneta se dejaba con rumbo al albur, muy alejado del punto de descarga. La avioneta, naturalmente, caía y se destrozaba. No importaba. La carga de la droga valía tanto que bastaba para comprar otra avioneta, pagar los sueldos de los narcotraficantes y, todavía quedaban grandes beneficios.
Es probable que las cuentas del submarino sigan el mismo patrón, aunque un submarino es más caro que una avioneta. Y he aquí el peligroso efecto secundario de la droga. Ya no es el efecto sobre la salud de millones de drogadictos, lo terrible son las ingentes sumas de dinero que maneja, y con las que compra voluntades, que parecían inquebrantables hasta el punto de que México existe, pero ya no sabemos si existe el Estado de México. Luis del Val: “"El submarino no es una metáfora, la droga mueve ingentes cantidades de dinero" Y tienen dinero para comprar voluntades, corromper conciencias y adquirir distracciones. Y mucho. Y eso es algo que destroza cualquier sociedad y la corrompe hasta convertirla en algo muy difícil su recuperación. El submarino no es una metáfora. Está en nuestras ciudades.