Hay enfermos incurables, pero nadie, en su enfermedad más grave, es incuidable

El monólogo de Irene Pozo en La Linterna de la Iglesia

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Qué tal, muy buenas noches…

En estos días en que celebramos, especialmente los enfermos de ELA, que los grupos parlamentarios hayan llegado a un principio de acuerdo de ley, una vuelve a plantearse la necesidad que tenemos en la sociedad actual de ser conscientes de lo importante que es valorar el cuidado de la vida.

Esto demuestra, que cuando hay voluntad política, todo es más fácil. Eso si, desde 2021 que vio la luz la ley de la Eutanasia, hasta ahora, han pasado 3 largos años en los que también se echa en falta una ley de cuidados paliativos.

Hay enfermos incurables, pero nadie, en su enfermedad más grave, es incuidable. Una vez más, es oportuno y necesario reflexionar sobre el significado de la vida, sobre el sentido del sufrimiento y sobre el significado de la muerte.

La ley de la Eutanasia llegaba de forma engañosa, hablando de una muerte digna. Pues para mi, la verdadera muerte digna, tiene más que ver con el derecho a recibir cuidados paliativos, los grandes desconocidos.

Garantizar unos cuidados paliativos de calidad y accesibles a todos sigue siendo una tarea pendiente. Y hablar de una vida digna debería estar por delante de una muerte digna.

Promover una cultura de la vida quizá sea uno de los mayores retos que tenemos como humanidad. Una cultura, también, del cuidado, que haga que nuestra sociedad valore la vida humana, respete la dignidad de la persona y proteja los derechos humanos.

Del cuidado, del valor que demos a la vida, depende nuestra forma de mirar a muchas de las cosas que hoy en día nos preocupan: las consecuencias de las guerras, las migraciones, el aborto.

No hay que dar por perdida la apuesta por la vida. Toca seguir caminando y acompañando lo más frágil y vulnerable para que un día también se convierta en un derecho.

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