la propuesta de la Iglesia ante el reto migratorio es acoger, proteger, promover e integrar

El monólogo de Irene Pozo en La Linterna de la Iglesia

- 3 MIN

Qué tal, muy buenas noches.

Hoy quiero compartir contigo mi experiencia de estos días de atrás donde he tenido la oportunidad de viajar a Canarias y vivir en primera persona la respuesta que viene dando la Iglesia al reto migratorio. La verdad que vengo con un sabor agridulce.

Diariamente vemos noticias que hablan de la llegada incesante de cayucos a estas islas, especialmente en estos últimos meses. Pero nadie habla de lo que pasa después, sobre todo con aquellos que quedan allí y se ven atrapados. El obispo de Canarias, José Mazuelos, me contaba que es muy parecido al efecto Lampedusa, una isla que se convierte en una cárcel sin muros.

Yo os puedo asegurar que no me he encontrado en ningún momento a nadie deambulando sin rumbo por las calles. La Isla del Hierro, uno de los puntos calientes de llegada de embarcaciones, es una isla de primera acogida. Es cierto que han llegado más personas que población tiene la isla, pero pasadas las primeras horas son derivadas a otros lugares.

Me impresionó ver la energía y la humanidad de los sacerdotes de El Hierro, convertidos también en voluntarios de Protección Civil, sin bajar la guardia, una fuerza que solo puede venir de Dios…

Y me impresionó la labor de la Iglesia en Gran Canaria, rostro de ese itinerario que marca la Iglesia: acoger, proteger, promover e integrar.

No se si recordarás lo que pasó en plena pandemia en el muelle de Arguineguín. En 2020, el desbordamiento y la falta de recursos y de una atención inadecuada que produjo el boom migratorio, provocó el colapso en este lugar donde se vivieron momentos límites con los migrantes que llegaban en cayucos.

Muchos, a día de hoy, siguen allí. De hecho, el Papa Francisco ha recibido algunas cartas estos días que le han hecho llegar algunos de ellos. Como la de Fall, a quien pude conocer en persona y cuya historia creo que recordaré mucho tiempo.

Fall llegó al muelle de Arguineguín, en Gran Canaria, a bordo de una embarcación procedente de Senegal. Era la segunda vez que intentaba llegar a España. Atrás dejó a su familia y amigos y decidió emprender un camino en busca de una oportunidad de futuro para él y los suyos.

Durante la travesía vio morir de sed a varias personas. Vivió momentos muy duros. ¿Te imaginas el momento, a noche cerrada, en mitad del mar, escuchando esos gritos desgarradores, viendo como muchos de tus compañeros de travesía van perdiendo la vida, sin agua? Me contaba Fall que los primeros meses se despertaba por las noches escuchando esos gritos…

Y a pesar de todo lo vivido, en sus ojos brilla la esperanza. Una esperanza que vino de la mano de un proyecto parroquial, ‘Acogida Digna’. Allí, Fall aprendió español, consiguió formarse y actualmente está trabajando. Vive con Fermina y su familia, que le han acogido como un hijo más.

Palabras sinceras, un gesto que nace de un corazón agradecido. Fall me contaba que está mandando dinero también a su esposa e hijos, y que han comenzado a construir una casa en Senegal… Él quiere volver, quiere una vida digna junto a los suyos.

Cierto es que hay mucho trabajo por hacer en los países de origen, pero la historia de Fermina y Fall nos habla de quien llega, de que un modelo de acogida integral es posible. Esa es la propuesta de la Iglesia ante el reto migratorio: acoger, proteger, promover e integrar.

Programas

LO MÁS ESCUCHADO

Último boletín

17:00H | 27 SEP 2024 | BOLETÍN