Diego Garrocho: “Quien dice que no le importa lo que digan los demás no solo miente sino que es un sinvergüenza”

El profesor de Filosofía reflexiona sobre el concepto de la 'vergüenza' y su importancia en el mundo de la política

Diego Garrocho
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Redacción digital

Madrid - Publicado el

2 min lectura

¿Qué tendrá que ver la vergüenza con la política? Voy a intentar hacer una defensa de la vergüenza, que creo que es una emoción que tiene demasiada mala prensa y que además tiene un vínculo especial con la política. 

Me atrevería a decir que si quisiéramos pensar como los griegos tendríamos que sostener que hay polis, que hay ciudad, que hay política allí donde la mirada de los otros nos interpela. No en balde, Platón en un diálogo llamado 'Protágoras' distinguió a la vergüenza y a la justicia como las dos virtudes políticas fundamentales, ya que sin ellas estaríamos perdidos.

Todos entendemos o intuimos el valor de la justicia, pero el de la vergüenza nos parece menos obvio. Sin embargo, la vergüenza que los griegos nombraron con el término 'Aidos' no tiene que ver con el ocultamiento de ninguna realidad anatómica, sino con la exigencia que nos impone la mirada de aquellos que son como nosotros.

La vergüenza es imprescindible porque es una emoción que evidencia nuestro respeto por el juicio ajeno y parte de un reconocimiento en el que concedemos al otro que su opinión nos importa. Hay una forma de pudor político que nos obliga a ser mejores precisamente porque sabemos que hay otras personas que nos están mirando.

Una vez escuché a un político, al que no nombraré para no hundirlo, decir que cada vez que tomaba la palabra lo hacía pensando en que podrían estar escuchándole sus padres y sus profesores. Me gustó mucho aquella metáfora y me recordó este concepto de 'Aidos' que tanta influencia tuvo en la cultura griega.

En castellano tenemos también la experiencia de esa vergüenza torera, una fórmula que de nuevo nos recuerda que hay un residuo de última dignidad en el hecho de querer que no se vean nuestras miserias. La vergüenza, por cierto, está también íntimamente ligada al afecto, pues nada puede avergonzarnos más que fallar ante aquellas personas a las que amamos y es que sólo la mirada de un hijo puede ser más exigente si se quiere que la mirada de un padre.

Por todo ello, defendamos un poco más la vergüenza y subrayemos el carácter impolítico y hasta casi incivilizado de quienes dicen que no les importa lo que digan los demás, no solo mienten sino que además son unos sinvergüenzas.

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