Diego Garrocho: "Los mismos que en España han aplaudido el asalto a RTVE, se echan las manos a la cabeza con Trump"

El profesor de Filosofía, Diego Garrocho, reflexiona en La Linterna sobre qué significa la victoria de alguien como Donald Trump en Estados Unidos

Diego Garrocho en 'La Linterna'
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Redacción La Linterna

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Para un profe de filosofía, ¿qué significa la victoria de Donald Trump? Alexis de Tocqueville escribió en 1835 que únicamente las ideas sencillas se apoderan del espíritu del pueblo. No estoy nada seguro de que esta afirmación tan elitista sea siempre verdadera, pero el hecho de que un mentiroso populista como Donald Trump haya ganado las elecciones es, desde luego, preocupante. 

Sin embargo, tras la noche de ayer, resulta absurdo regodearse en la indignación o en el lamento de lo que han expresado las urnas de forma muy robusta. Trump es el presidente que los estadounidenses han elegido y lo que toca ahora es analizar las causas de ese resultado y, quizá, hacer algo de autocrítica.

Hay quienes insisten en que la victoria del extrafalario magnate se debe a las fake news y a la desinformación, pero cuidado, porque según esta hipótesis, los americanos habrían votado engañados y su voto no expresaría la verdadera voluntad del pueblo. Por más que la desinformación sea un riesgo real en nuestras democracias, afirmar que el pueblo vota engañado o sin conocimiento puede ser el paso previo a impugnar el sentido del voto popular y los votos en democracia son sagrados, siempre y sin peros.

Creo que sería mucho más inteligente tomar nota del nivel del hartazgo que siente gran parte de la gente en Estados Unidos hacia los discursos hegemónicos de la élite universitaria, mediática o cultural. Trump no ha ganado a Kamala Harris porque sea una mujer negra. Es posible que haya ganado porque a muchos estadounidenses les da de verdad igual el color y el sexo de los candidatos, también los de Kamala, quien ha sido una candidata especialmente nefasta.

El 'wishful thinking' de algunos intentó convertir a la demócrata en una candidata de verdad robusta, pero bastaba ver cómo iba bajando su índice de popularidad durante su vicepresidencia para constatar que quizá no era una buena idea.

Y un último apunte: exactamente las mismas personas que en España han mirado hacia otro lado e incluso aplaudido cuando el poder político ha asaltado instituciones como el Tribunal Constitucional, el CIS o RTVE, ahora se llevan las manos a la cabeza porque Trump, además de gobernar, tendrá el Senado, el Congreso y el Supremo de su lado. Llegan un poco tarde, pero todos aquellos que ahora comprenden la importancia de que un gobierno tenga contrapesos son bienvenidos. Eso sí, recordemos que la defensa de los contrapoderes tiene valor sobre todo cuando gobiernan los nuestros.

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