La ocurrencia de una madre francesa que evitó que su hijo judío acabara en Auschwitz: dos palabras

Expósito relata la vida de Abraham Albert Barbouth, que sobrevivió al holocausto siendo niño, en el 80 aniversario de la liberación del campo de concentración nazi

Paco Delgado

Madrid - Publicado el

4 min lectura

      
      
             
      

Este 27 de enero se cumplen 80 años de la liberación de Auschwitz, el mayor campo de concentración y exterminio de la historia de la humanidad. Por eso, la ONU proclamó esta fecha como el Día Internacional en Memoria de las Víctimas del Holocausto. Un evento que refleja la lucha por sobrevivir de millones de judíos como Abraham Albert Barbouth, que hablaba para la efeméride.

“Antes de la guerra vivíamos muy bien, teníamos un apartamento, teníamos amigos, pero al final de 1939 todo se tornó y la vida era muy difícil para los judíos”, recuerda el superviviente francés. Albert es hoy un anciano de 92 años dicharachero, amable y bien vestido, pero detrás de su sonrisa y sus buenos modales se esconde un hecho grabado a fuego en la vida de este anciano: el día que su madre le cosió una estrella amarilla de David en el abrigo.

Ángel Expósito en Auschwitz

Albert: la vida de un niño truncada

Aquel día Albert tenía nueve años. A la escuela se le cruzó la vida, ya no tenía más amigos, le dije a mi madre que yo no quería ir más a la escuela, y en ese momento mi madre entendió que iba a hacer más difícil”, rememora el superviviente. Albert pasó de ser un compañero más en su colegio de París a ser un “sucio judío”, que es como le llamaban todos los compañeros que algún día habían sido sus amigos.

Su padre, Moisés de origen turco, había muerto poco después de que empezara la guerra por lo que su madre, Rebeca, que creía ser consciente de lo que se venía encima, decidió que Albert y sus hermanos fueran alojados en una granja alejada de la ciudad, cerca de Nierve, en la Borgoña francesa.

“De ese modo bien, porque tenía todo para comer: tenía gallinas, tenía conejos, tenía puerco, tenía todo, todo bueno”, explica el hombre. Todo parecía estar en calma hasta que la presión de los nazis sobre las familias judías en Francia, aumentó. Tanto es así, que las SS arrestaron a su madre y la enviaron al campo de internamiento de Drancy, la primera parada antes de que los judíos franceses fueran deportados a Auschwitz.

“En el mes de marzo a mi madre la tomaron junto a mi hermanito, el chico, y en el pasaporto había la foto de los tres hijos, por lo que le dijeron dónde estaban y vinieron a buscarnos”.

      
             
      

Europa Press

Supervivientes del campo de concentración de Auschwitz depositan flores en el "muro de la muerte" en la conmemoración del 80 aniversarios de su liberación

La ocurrencia para evitar Auschwitz

En el registro previo a ser internada, los agentes se percataron de que Rebeca tenía tres hijos, así que Albert acabó siendo localizado en una granja de la Borgoña y enviado a encontrarse con su madre en Drancy. “La policía francesa me metió en el campo, desde el que se iban todos los trenes que iban hacia el campo de exterminación de Polonia (Auschwitz)”. Sin embargo, Rebeca consiguió que un pequeño detalle salvara a Albert de los hornos crematorios de Europa central: pudo demostrar que por las venas de su hijo corría sangre turca.

Y es que Turquía era un país neutral en la Segunda Guerra Mundial. Así que el Tercer Reich no tuvo más remedio que meterlo en un segundo tren, sí, pero en dirección contraria a Auschwitz. Albert iba a ser repatriado a Turquía. “Nos enviaron a Turquía, nueve días duró el viaje”, relata el superviviente en unas declaraciones recogidas por La Linterna. “Vinimos a Estambul y allá todo bueno, formidable, donde estuvimos dos años”. A finales de 1946 pudieron volver a París.

EPA

El recuerdo que, cinco décadas después, el periodista Carlos Dávila no puede borrar de su memoria tras su visita a Auschwitz

Albert, sus hermanos y su madre conseguirían volver a reunirse una vez más al final de la guerra, en 1946. La familia se reencontró en Francia pero Rebeca había contraído una tuberculosis durante su internamiento y acabó muriendo poco después.

      
             
      

El joven se hizo cargo de sus hermanos y consiguió emprender una vida en Francia después de la guerra. Hoy en día no parece sentir ningún tipo de rencor, de hecho, no se le borra la sonrisa de la cara. Ahora, tras toda una vida de reivindicación y de innumerables conferencias, Albert puede dar testimonio de lo que vivió, y todo gracias a una madre que consiguió evitar que sus hijos se subieran con ella a un tren rumbo a la cara más oscura del infierno nazi.

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