Detención de Puigdemont en Cerdeña, antigua Corona de Aragón
Tras la detención de Puigdemont en el Alguer (Cerdeña), hablamos de la expansión por el Mediterráneo de la Corona de Aragón.
Madrid - Publicado el - Actualizado
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Tras su detención la semana pasada en Cerceña, y posterior puesta en libertad, sigue el sainete Puigdemont. El fugado expresidente de la Generalitat reapareció y fue jaleado en la localidad sarda de EL Alguer, donde aún se conserva como lengua un dialecto del catalana. Un vestigio de la histórica presencia de la corona de Aragón en todo el mediterráneo, y tras ella, del Reino de España. El nacionalismo catalán quiere apropiarse del rico diverso de la presencia del reino del que era parte en toda la cuenca del mediterráneo. ¿Otra tergiversación de la historia?
Hablar de la Corona de Aragón nos lleva a hacerlo del testamento de Alfonso el Batallador, y como de ese extraño documento, que otorgaba el terrotorio a las ordenes militares de Tierra Santa. Los nobles aragones no aceptaron de buen grado la decisión, y ofrecieron la corona a Ramiro, el hermano del batallador. Con su hija Petronila, surge la unión del incipiente reino cristiano con los condados catalanes, a través de su matrimonio con Ramón Berenguer IV.
Con los años, Aragón se convertirá no sólo en uno de los puntales de la Reconquista, sino en la cabeza de un imperio mediterráneo, que fue sumando a sus territorios Cerdeña, Sicilia, Napoles, e incluso por un breve pero fascinante tiempo, los ducados de Atenas y Neopatria, en Grecia. Son ducados que aún blasonan la llarga ista de títulos del Rey de España.
Nombres propios como el de Jaime I, para el que el sueño de una España unificada no era extraño, o el de la casa de Trastámara, que acabará reinando tanto en Castilla como en Aragón, y de la que surgen los Reyes Católicos, jalonan en camino de una unión que certificarían -en efecto- finalmente Isabel y Fernando. Y tras ellos, los grandes monarcas de la Casa de Austria, que mantuvieron viva la llama de Aragón conservando en su seno los amplios territorios mediterranéos de aquella corona que siempre quiso ser española.
En pleno siglo XXI, un nacionalismo identitario e excluyente, nose cansa en manipular la historia de ese legado, hacerlo fruto de la labor de algunos, y lo vincula a un objetivo político que poco o nada tiene que ver con el de los protagonistas que lo hiceron posible. Y eso solo es posible por que España no ha cuidado, de Cerdeña a Sicilia e incluso a Grecia, la historia de un rico legado que nos pertenece a todos.