EN 'LA LINTERNA'
Bustos, sobre Puigdemont: “Un señor que dice que no se rinde mientras se rinde”
Jorge Bustos trae a 'La Linterna' el 'Bueno, el feo y el malo' de la semana: Tomás Burgos, Andrés Perelló y Carles Puigdemont
Madrid - Publicado el - Actualizado
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Me gustaría decir que los últimos rigores del invierno están coincidiendo con los últimos estertores del procés, pero no puedo decirlo porque el procés es un calendario cósmico en sí mismo, una tabarra cíclica que tiene sus propias estaciones y sus propias unidades de medida. El procés no se mide por meses o por lunas sino por presos, por imputados, por embargos y mordidas, por mossos desleales y mentiras groseras en medios subvencionados, o por presidentes rendidos y sucedidos por candidatos que un día volverán a rendirse y a dejar paso al próximo president a punto de ser derrotado. Es una hermosa fábula sobre la melancolía de los esfuerzos vanos, y como tal debemos tomárnosla todos menos el juez Llarena, que este sigue a lo suyo, que es separar el espectáculo del delito. Pero antes de tratar sobre la última víctima del procés, hablemos de una buena noticia, que tiene que ver con la economía
El bueno: el secretario de Estado de la Seguridad Social, Tomás Burgos
El hombre al que le ha correspondido el raro privilegio de dar una buena noticia: en un solo año la afiliación a la Seguridad Social ha crecido en más de 600.000 cotizantes. El dato es incontestablemente bueno, y si eliminamos de la estadística los altibajos de temporadas turísticas o agrícolas, se puede hacer un seguimiento de la tendencia de fondo que subyace a la evolución del número de afiliados, que ya suma 51 meses en positivo. Tiran hacia arriba los sectores de la educación, la hostelería y el ladrillo, y Cataluña, cosida a la estabilidad por el benéfico artículo 155, es la que más mejora. Esta línea clara de recuperación, constatada en mitad de una legislatura que no legisla y más acusada allí donde ni siquiera hay gobierno, fortalece la vieja sospecha liberal de que la economía mezcla mal con la política y experimenta una gozosa liberación en los momentos de vacío de poder y atonía legislativa. Sobre todo cuando la política está al cargo de fanáticos peligrosos. Así que larga vida al mandato sin mando y a la inercia virtuosa. Entre un burócrata y un salvapatrias, me quedo con el señor de los manguitos y la visera.
El feo: el secretario de Justicia del PSOE, señor Andrés Perelló
Que es el autor de la proposición socialista para reformar la Ley de Memoria Histórica que el mismo PSOE elaboró y aprobó bajo mandato de Zapatero, y que el PP de Rajoy no ha derogado aunque tampoco la ha dotado de financiación que demandan los memoriosos obsesivos. Se conoce que no es lo bastante sectaria y hay que exagerarla un poco más. Cuando uno habla de este asunto enseguida le tiran las cunetas llenas de huesos a la cabeza, y le colocan directamente entre Franco y Hitler en Hendaya aunque hayamos nacido en el 82. Pero no puede uno dejar de denunciar la enésima operación de impostura propagandística del desnortado PSOE de Sánchez, que debe de dar por perdido el centro izquierda y busca bunquerizarse en la nostalgia roja con las bases más ideologizadas –y menguantes- de su partido. Ante la duda piensa en Franco, es el lema que cuelga del despacho noble de Ferraz. O a lo mejor es que a Perelló y a Sánchez les han dicho que el secreto para solucionar lo de las pensiones está escondido en la tumba de Franco, que por algo fue el creador aquí de la Seguridad Social. Ya me veo a Sánchez vestido de Indiana Jones bajando a la fosa de Cuelgamuros y rebuscando entre los esqueletos de la guerra el arca perdida de la mayoría de Gobierno. Lo que no sabe es que ahí no la va a encontrar nunca. Ahí solo hay pasado, pero este PSOE parece que tiene todo el pasado por delante.
El malo: el rey destronado del procés, Carles Puigdemont
El maestro de la paradoja, el príncipe de la contradicción. Un señor que dice que no se rinde mientras se rinde, que invoca su legitimidad mientras los suyos le apartan, que no tira la toalla mientras la toalla hace tiempo que está en la lavandería del Supremo. Pero es cierto que Puigdemont no se ha rendido: le ha rendido el Estado en primer lugar, desde Gobierno y oposición hasta magistrados inasequibles al pasteleo, y en segundo lugar lo han descabalgado los suyos, los indepes de Esquerra y las cabezas convergentes que aún no han perdido el sentido de la realidad. Es verdad que el desafío continúa, pues se resisten a elegir un candidato viable para perpetuar ante los ojos engañados de los votantes el conflicto perdido con el Estado, pero todo eso seguirá ya sin la psicofonía con flequillo de Waterloo. Puchi aún se resistirá un tiempo a asumirlo, pero una mañana se despertará sin mensajes en el móvil, solo ante su tazón de corn flakes, y se dará cuenta de que ya no es nada más para el mundo, incluida Cataluña, que un turista con cargos. Ánimo, Puchi. Sé fuerte. Hicimos lo que pudimos.