Garrocho: "A la mentira, a la desinformación y a las malas ideas se les combate, sobre todo, con verdad, con periodismo riguroso y con ideas mejores"

El profesor de Filosofía reflexiona acerca de las redes sociales y los bulos que puedan surgir en ellas, llenándolas de desinformación 

Diego Garrocho
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Redacción digital

Madrid - Publicado el

2 min lectura

¿Debería existir una red social pública? El comportamiento compulsivo y caprichoso de Elon Musk y sus persistentes intentos por influir en la política de distintos países, desde Estados Unidos hasta Reino Unido y ahora Alemania, ha favorecido que se abra un debate sobre la conveniencia o no de que exista una red social de carácter público. 

Pero antes de improvisar una respuesta, deberíamos tener en cuenta todas las variables que están en juego. Que los medios de comunicación intentan influir, y de forma legítima por cierto, en política, es un hecho. Por eso existen líneas editoriales y este es el motivo por el que en ocasiones hay cabeceras que llegan a pedir explícitamente el voto a favor de un partido o de un candidato. 

Que haya personas de especial influencia tomando partido por causas políticas tampoco es una novedad radical. Desde Javier Bardem hasta Taylor Swift hemos visto a personas que han decidido servirse de su fama para intentar expandir opciones políticas que consideraban justas. Y dicho sea de paso, me parece perfecto que cada persona abraza y defienda las causas que considere. Sin embargo, ni Twitter es exactamente un medio de comunicación, ni Elon Musk es simplemente una persona muy influyente

El problema del poder ilimitado no es quien lo ostenta, sino precisamente su condición ilimitada. Y este hecho debería alertarnos de la desmedida influencia que está ostentando una sola persona. En el ámbito de la opinión, Musk se parece mucho más a una mano fuerte o a un monopolio que a un mero agente de la partida. 

Los abusos de Musk no deben servir, sin embargo, de coartada para legitimar otras estructuras que correrían el riesgo de convertirse en abusivas. Una red social pública equivaldría a regalarle al poder político la capacidad de ordenar el modo en el que debatimos y deliberamos. Basta echar un ojo al Consejo de Radiotelevisión Española para constatar qué es lo que podría ocurrir si el poder político decidiera construir una red social al servicio de sus propios intereses. 

¿Se imaginan qué ocurriría con una red social cuyo presidente dependiera de un partido político? ¿Se imaginan una red social presidida por alguien que tuviera el carnet del PP o del PSOE? La influencia desmedida de Musk debe preocuparnos, por supuesto, pero esta inquietud razonable no debe servirnos de excusa para brindarle nuevos instrumentos al control político. Y una última pista. A la mentira, a la desinformación y a las malas ideas se les combate, sobre todo, con verdad, con periodismo riguroso y con ideas mejores.

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