Antonio Herraiz, sobre el Plan de Regeneración Democrática: "Es la cruzada de Sánchez contra los pseudomedios"

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Buenos días. Desde las seis te venimos acompañando en 'Herrera en COPE' en este 17 de julio que nos sitúa a las puertas de una ola de calor, que viendo lo que pasamos el año pasado, ya tocaba.

Tenemos ya resuelta una de las apuestas más fáciles de la temporada. Si eres uno de los afortunados, pues qué decirte. Que se paga poco por acertar, porque era muy sencillo conocer el resultado. Este Tribunal Constitucional de Cándido Conde Pumpido es tan previsible que sabemos cómo va a resolver cualquier asunto o cualquier recurso mucho antes de que lo debatan los señores magistrados. Sobro todo, si afecta a intereses del PSOE.

¿Lo último? El perdón casi total para Chaves y Griñán, los dos expresidentes socialistas de la Junta de Andalucía durante el período en el que se perpetró el mayor caso de corrupción de la historia de España. Lo que hace el tribunal que preside Cándido Conde Pumpido es una amnistía encubierta, que no es otra cosa que la impunidad más absoluta con un borrado intencionado de las responsabilidades políticas.

Por eso, en un día como el de hoy, es bueno recordar los hechos. Más que nada, porque desde el socialismo andaluz, desde Moncloa, desde toda esa apisonadora que mueven, hoy intentan lanzar el mensaje de que nada ocurrió. Que no hubo corrupción y que fue un invento de la derecha. evitan lo de ultraderecha porque, cuando empezó la investigación, entienden que no existía.

Y los hechos han quedado probados en las distintas sentencias que han ido dictando, en piezas separadas, la Audiencia de Sevilla y el propio Tribunal Supremo. Se diseñó un sistema para despilfarrar dinero público. Se dilapidaron cerca de 700 millones de euros que tenían que ir destinados a los parados andaluces, pero que se repartieron de manera arbitraria.

¿Entre quién? Entre los afines al aparato del PSOE andaluz. Entre los que había que comprar voluntades o devolver favores. Y si quieren, por aquello de seguir recordando los hechos, recordamos las declaraciones más estrambóticas del proceso. Como la del chófer del director general de Empleo, Francisco Javier Guerrero, que aseguró que se gastaban el dinero de los parados en fiestas, cocaína y prostitutas. O las de uno de los conseguidores de los ERE, el sindicalista Juan Lanzas. Este era el que, según su madre, tenía dinero para asar una vaca.

Estos son los hechos. Para que a los más jóvenes del lugar no se les olvide. Y ese sistema clientelar lo creó la Junta de Chaves y de Griñán, los dos expresidentes socialistas. Perfectamente diseñado para eludir todos los controles. Todo esto es lo que ahora el Tribunal Constitucional intenta borrar en una maniobra insólita. Nunca antes vista. La reinterpretación de lo dispuesto en el Código Penal, de los tipos penales.

El resumen es que anula la malversación, que es el delito por el que Griñán debería haber entrado en prisión, y abarata a la mínima expresión el delito de prevaricación.

Esto no solo rebaja las penas a los condenados dentro de la denominada pieza política. No solo.

Es grave, pero no lo peor. Crea precedente porque a partir de ahora los políticos se van a acoger a esta doctrina para ser impunes a la prevaricación. La mayoría socialista del Constitucional blinda a los suyos ante posibles casos de corrupción.

Lo que se le está diciendo al Supremo y a la Audiencia de Sevilla además va en una clara dirección: cuidado que podemos ejercer como un tribunal de casación. Y ahí está la novedad insólita en el denominado tribunal de garantías. Un Constitucional que, a partir de ahora, podrá enmendar la plana a la justicia ordinaria en cuanto se active la orden política, que es lo que ha ocurrido aquí y ocurrirá con el asunto de la amnistía.

Esto lógicamente, ha llevado a uno de los condenados, a Manuel Chaves, a presentarse victorioso, casi como un héroe y también como una víctima. Si el Constitucional borra los hechos, la trama, quien la diseñó y perdona a quienes desoyeron las advertencias para saltarse los controles, pues el mensaje lo tiene fácil.

No parece que Chaves esté para presumir mucho. Ni siquiera para presentarse como víctima. No fue una cosa de cuatro chorizos. De cuatro mangantes que se repartieron el dinero. Y aunque ni Chaves ni Griñán no se llevaran ni un euro, lo permitieron y el sistema se diseñó para que se perpetuaran en el poder. Cuando les pillaron, los andaluces sacaron al PSOE de la Junta de Andalucía. Estamos, otra vez más, un ataque a la independencia judicial, a la justicia ordinaria, en una burda maniobra con la que no van a conseguir su objetivo: eliminar los hechos del mayor caso de corrupción de la historia de España.

(Viendo el desprestigio del Constitucional, viendo sus maniobras que a nadie les extrañe que lo próximo sea una propuesta para quitar el título de la Eurocopa a Dani Carvajal).

La presentación que el Gobierno pretende que sea hoy galáctica es la de su Plan de Transformación Democrática. Lo presenta hoy Pedro Sánchez en el Congreso y, aunque por el momento, no ha desvelado muchos detalles, sí conocemos su origen. Lo ha llamado plan de transformación democrática porque habría sido un descaro definirlo como el plan para tapar lo de Begoña Gómez con medidas de intimidación a los medios de comunicación.

Es uno de los trofeos que Sánchez va a tratar de exhibir a partir de ahora entre los suyos.

Su particular cruzada contra lo que él llama pseudomedios o propagadores de bulos, que en realidad son todos los medios que no siguen a rajatabla su doctrina. Y a la espera de conocer hoy los detalles de su engendro, que será a partir de las 9 en el Congreso de los Diputados, conviene recordar cuándo confirmó este plan. Fue tras su retiro espiritual de finales de abril, después de confirmar lo que ya todos o casi todos intuíamos. Que su reflexión llorica de cinco días había sido una farsa.

Por aquel entonces Pedro Sánchez ya sabía que su mujer, Begoña Gómez estaba imputada y no lo dijo. En ese momento ya conocía que uno de los socios en los negocietes de su mujer había pasado por Moncloa. Cómo no lo va a saber si en esos encuentros había estado él y el responsable de fondos europeos en la Presidencia del Gobierno.

De ahí los elogios a las empresas de Juan Carlos Barrabés. De ahí, y eso es lo que deberá probar la justicia, si hay delito o no, las cartas de recomendación de Begoña y las posteriores adjudicaciones millonarias.

Con todo esto, como telón de fondo, con lo de la amnistía a los que intentaron dar el golpe separatista en Cataluña, con un fiscal general del Estado al borde de su imputación por un presunto delito de revelación de secretos, Sánchez necesitaba un plan. Pero no para la regeneración democrática, que podía empezar por el Gobierno. Si no un plan para blindarse y evitar cualquier tipo de contrapeso a los abusos de poder.

De eso va lo que va a presentar hoy en el Congreso Pedro Sánchez. El resto será la literatura habitual a la que ya nos tiene acostumbrados. No será un antibulos, si no un salvemos a Begoña. Por tierra, mar y, si se necesita, también por aire.

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Con Carlos Herrera

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