El amor en tiempos de coronavirus: así es una boda por dentro en plena pandemia

A pesar del coronavirus, sigue habiendo parejas valientes que siguen adelante con sus planes. Hemos estado en una de esas 'bodas covid'.

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El amor en tiempos de coronavirus

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

4 min lectura

Celebrar bodas se nos da muy bien en España. Entre bailes, canciones cantadas a plena voz y barra libre, el año pasado se celebraron 165 mil matrimonios en nuestro país. Una cifra que este año será mucho menor a causa de una pandemia que ha paralizado al mundo y ha dejado a la sociedad en jaque durante meses. La llegada del coronavirus nos ha cambiado de forma brutal y las cosas que antes creíamos importantes puede que ya no lo sean tanto. El confinamiento nos enseñó quiénes eran las personas a las que realmente nos gustaría tener cerca cuando todo acabara y nos hizo jurar que cuando saliéramos de esta viviríamos cada día como si fuera el último. Para aquellos que buscaban casarse, también aprendieron que llegado el momento, los bailes, las canciones cantadas a plena voz y la barra libre no serían cosas tan importantes como ellos creían. Que al final, pasar por un altar con los más allegados y celebrar una comida son las cosas por las que realmente se casan las personas.

Es verdad, este año habrá muchas menos bodas, pero la realidad es que hay valientes que han decidido dar el salto ante todo pronóstico. El viernes 11 de septiembre tuve la suerte de poder disfrutar del enlace de Raúl y Beatriz, él de Almería y ella de Madrid. Entre mascarillas y gel hidroalcohólico consiguieron celebrar una boda que llevaba retesándose meses por culpa de las constantes inseguridades. Dicen que la novia se sabía el BOE de memoria, tanto ir y venir con las normas había que estar muy seguros de todo. Teniendo claras las normas o no, sólo hacía falta apuntar el día en el calendario. La novia, Beatriz, tenía claro que no acabaría el año sin su anillo: “Nuestra fecha inicial era en junio y pospusimos a septiembre. Nosotros teníamos muchas ganas de casarnos, sabíamos que nos íbamos a casar aunque fuéramos nosotros dos solos”.

Se podía haber celebrado con tristeza y pensando en todos los que no están pero las palabras 'alegría' e 'ilusión' fueron las más escuchadas de la tarde. Así me lo hacía ver el Padre Manuel, uno de los sacerdotes que ofició la misa, en el momento en el que los novios salían entre vítores y aplausos: “Este momento da mucha esperanza y mucha alegría frente a tanto miedo que tiene la gente de acudir a misa o de acercarse a los sacramentos. Es un motivo de ánimo, la iglesia cumple con todos las normas de seguridad y aquí sigue la alegría y continúa El Señor haciendo cosas grandes”.

Disfrutar el momento y valorar lo que se tienen fueron las comandas que nos impusimos durante toda la celebración. El matrimonio de dos seres queridos siempre te deja el cuerpo mucho más positivo. Aunque no pudiéramos dejar de acordarnos de todos los que no pudieron venir por una cosa o por otra supimos apreciar el motivo por el que estábamos allí. Lo habían conseguido, después de todo, se habían casado. Así también lo quiso expresar le novio, Raúl, entre risas nerviosas y aplausos se animó a hacer un discurso en el banquete: “simplemente queremos comunicaros nuestra gran felicidad y entendemos que falta mucha gente aquí, muchos seres queridos. Y a ti, cariño, decirte que aunque parezca mentira, nos hemos casado. Lo hemos conseguido”.

Apenas diez personas por mesa, como manda la norma. Las medidas sanitarias también son necesarias en este momento de la celebración. Procesos algo tediosos en los que cumplimentar el papeleo para que en el caso de que uno de los invitados de positivo puedan avisarte con la mayor brevedad posible. Un trámite inevitable que hicimos sonriendo. Un gesto que aunque no se vea con la mascarilla se intuye a través de los ojos, sobre todo cuando descubrimos que el regalo preparado para los invitados era un gel hidroalcohólico con forma de bolígrafo, perfectamente cómodo en el bolsillo de la chaqueta o en los discretos bolsos de las invitadas.

Al final lo importante es quedarse con eso, los pequeños detalles que juntos generan una experiencia inolvidable. No hizo falta ponerse la corbata en la cabeza ni beber hasta reventar porque la felicidad vino sola al ver a dos personas que quieres comprometerse para siempre.

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