¿Es peligroso viajar a Chernóbil?
Muchos destinos del denominado 'turismo oscuro' están en auge debido a las series de televisión
Madrid - Publicado el - Actualizado
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El denominado turismo “oscuro” o tanaturismo está en auge. Una serie basada en la catástrofe de la central nuclear de Chernóbil, en Ucrania, ha puesto nuevamente en el punto de mira esta ciudad al norte del país. Y es que, es uno de los destinos que más crecimiento están experimentando y las preguntas que todo el mundo se hace son: ¿es realmente peligroso? ¿cómo es la visita?
En La Mañana de Fin de Semana hemos hablado con Héctor Navarro, que visitó la zona de exclusión el pasado verano. Una experiencias que ha compartido en su página ‘Mi Baúl de Blogs’ (@Mibauldeblogs) Él mismo nos ha contado su viaje a Chernobil.
Un viaje que comienza cuando te recogen en Kiev, en donde te dividen en grupos más pequeños, cada uno con su guía, y te reparten en furgonetas. Se tardan unas 2 horas en llegar a la zona de exclusión, que así se conoce al área de 30 kilómetros que rodea el lugar del accidente. Allí pasas varios controles del ejército. Uno de ellos al pasar el radio de 10 kilómetros. “Aparentemente no da la sensación de ser un sitio abandonado. Hay actividad. Hay instalaciones alrededor, en donde se ve movimiento”, explica Héctor.
Aunque no lo sepamos vivimos rodeados de radiación. Por ejemplo, una radiografía dental, son 10 microsieverts (unidad de medida de la radiación). La primera parada importante es el Reactor 4, el que explotó aquel 26 de abril de 1986, y que desde hace poco está cubierto por una gran cúpula metálica móvil. “Lo ves de frente, bastante cerca. Mides la radiación y da en torno a los 15 microsieverts. Es donde estás más expuesto. Hay zonas en el suelo que sube pero el hecho es que no puedes tocar nada”, nos cuenta Héctor, que también afirma que esa exposición tiene que ser duradera: “No es que te encuentres ante estos niveles y digas estoy perdido, porque habría que estar muchos días para que tenga consecuencias”.
Después llega la visita a Prypiat, la ciudad abandonada donde vivían los trabajadores de la central. Héctor asegura que merece la pena: “Impresiona recorrer calles, colegios, parques de atracciones..todo en ruinas y abandonado. Allí es donde la gente deja volar la imaginación y donde te gustaría perderte. Vas a tu aire pero siempre visualizando al guía. En principio no hay que tocar nada, pero otras personas de nuestro grupo empezaron a tocar un piano. No sé si se daban cuenta de que llevaba años expuesto a la radiación”.
Y la última parada es en la antena Duga 3, situada en unas antiguas instalaciones secretas soviéticas. También es conocida como Pájaro Carpintero, por el sonido que emitía para sabotear las comunicaciones enemigas. “Es enorme. Me quedé alucinado. Además, no sabía de su existencia y por eso me encantó”. Y de ahí vuelta a Kiev, en un viaje que dura un día entero.