Los 3.096 días de rapto de Natascha Kampusch: una pista, una puerta de acero y ocho años de encierro
En 'La Noche de Adolfo Arjona' abrimos el expediente de la joven que, en 2006, huyó de su captor, que la secuestró a sus diez años cuando iba al colegio
Málaga - Publicado el
3 min lectura
En 'La Noche de Adolfo Arjona', abrimos un expediente de la crónica negra que conmocionó al mundo y que demostró una vez más que la realidad supera a la ficción: el expediente de Natascha Kampusch, una niña de diez años cuya vida dio un giro de 180 grados el 2 de marzo de 1998. De camino a la escuela, un hombre la subió a la fuerza a una furgoneta.
Aquel electricista, antiguo técnico de Siemens, llamado Wolfgang P?iklopil, la convirtió en su prisionera. Le dijo: “Ya no eres Natascha, ahora me perteneces”. Un diminuto zulo de cinco metros cuadrados, en el sótano de la casa del secuestrador, sin ventanas y cerrado con una puerta de acero, se convirtió en el nuevo hogar de la pequeña.
UNA FURGONETA, LA ÚNICA PISTA
El criminólogo y profesor de Derecho Penal de la Universidad de Granada, Carlos Aránguez, le cuenta a Adolfo Arjona que solo “una compañera del colegio vio cómo Natascha subía forzada a una furgoneta blanca... era la única pista... y algunas letras de la matrícula”. Y con esas pistas, la Policía comenzó a trabajar e, incluso, llegaron a interrogar al captor, “que les convenció con su explicación de que usaba la furgoneta para una pequeña reforma que estaba haciendo en casa, por lo que lamentablemente pasó inadvertido”. Pero... ¿por qué no registraron su casa? Según el experto, porque la única pista era la furgoneta “y esa es una base muy débil para autorizar una medida que afecta a un derecho básico como la intimidad domiciliaria”.
Aránguez explica en 'La Noche de Adolfo Arjona' que el captor de Natascha Kampusch fue “enormemente cuidadoso”. “Tenía un zulo de unas dimensiones muy reducida, absolutamente insonorizado, con una puerta de acero camuflada con una especie de caja fuerte”, añade. En aquel lúgubre lugar, Natascha fue creciendo. Su día a día era “terrible”, según el criminólogo.
LA ESCLAVA DE SU CAPTOR
En ocasiones su secuestrador le dejaba algunos libros, en cuyas páginas se sumergía para evadirse del infierno en el que se había convertido su vida. Pasaba largas horas encadenada a la cama, recibía palizas decenas de veces por semana; si lloraba por el dolor, el secuestrador le sumergía la cabeza en el fregadero y le apretaba el cuello con tanta fuerza que caía desmayada. https://www.ugr.es/personal/carlos-aranguez-sanchez-2
https://www.ugr.es/personal/carlos-aranguez-sanchez-2para terminar con aquella pesadilla en la que aquel hombre había convertido su vida, un hombre que la maltrataba y agredía de todas las formas posibles y la amenazaba con matar a cualquiera al que pidiera ayuda. El pánico de la joven era tal que jamás se atrevió a pedir auxilio durante alguna de las salidas al jardín que el hombre le permitió durante sus https://www.ugr.es/personal/carlos-aranguez-sanchez-2
LA HUIDA DE NATASCHA
La mañana del 23 de agosto de 2006, Natascha Kampusch, a sus 18 años, tomó una decisión que lo cambió todo: mientras lavaba el coche de su secuestrador en el jardín y mientras él hablaba por teléfono, la joven echó a correr sorteando las malas hierbas de la parte trasera de la casa. Aquella chica escuálida, de rostro pálido y cabello rapado se presentó ante la Policía diciendo: “Soy Natascha Kampusch, nacida el 17 de febrero de 1988”.
El secuestrador no pudo ser juzgado por los graves hechos que había cometido se arrojó a las vías del tren a las afueras de Viena el mismo día que Natascha escapó de un cautiverio de 3.096 días.
Tras su salida de aquel cautiverio, “Natascha Kampusch ha podido continuar con su vida, pero siempre estará vinculada a un hecho como este”. “Su proceso de formación educativa sorprendió a los investigadores del caso”, por su nivel cultural y desarrollo “aceptable” a pesar de haber sido autodidacta.