"Cada uno elige su camino, pero yo decidí que mi trabajo era curarme"

El cáncer de mama, es el tumor más frecuente en las mujeres occidentales. En España cada año se diagnostican 25.000 nuevos casos. En el año 2015 se lo detectaron a Leyre Contreras, una mujer de 38 años que por aquel entonces tenía dos hijos de 8 y 9 años, Lucas y Javier. Todo empezó cuando un día nota un pequeño bulto en el pecho, que ya había notado antes, pero esta vez fue más grande. Acudió asustada a hacerse las pruebas, pero se tranquilizó cuando los médicos le dijeron "Tranquila, que no es nada". Hasta que llegó el día de recoger los resultados de la punción y vio que decía "compatible con carcinoma". 

"Yo decidí que mi trabajo era curarme, y poner toda la energía en mi"

A partir de aquí, Leyre empezó a recorrer un largo camino, que giraba en torno a su recuperación. El tratamiento duró un año entero. Doce meses en los que se dedicó plenamente a ella. Ahora tres años más tarde ha escrito un libro, titulado "Amor, valor y sonrisas. Mi proceso personal contra el cáncer": "La verdad es que en mi cabeza no estaba escribir un libro, si sentí la necesidad de compartir mi experiencia con los demás, y empecé dando charlas en algunos colegios. Pero un día, mi profe de yoga me dijo que lo hiciera también con mayores. Por ello decidí hacerlo también en el trabajo, y varias personas entre ellos mi jefe, me dijeron que escribiera un libro". 

Un libro que narra de forma cronológica todo el año desde el diagnóstico hasta después de terminar: "Está escrito a modo testimonial, y a modo de diario, donde voy contando como yo digo, mi yincana. Intento trasmitir como lo afronté, que no es la única forma, cada uno lo hace a su manera". Un año en el que sabía que lo primero era curarse: "Hay gente que decide trabajar para evadirse, cada uno elige su camino, pero yo decidí que mi trabajo era curarme, y poner toda la energía en mi". 

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Uno de los capítulos más especiales, lo dedica a sus hijos: "Tuve claro que quería compartirlo con ellos, porque estaba convencida de que lo iban a notar, entonces preparé esa conversación con ellos y adapté el discurso. Les dije que tenía un bultito que a los médicos no les gustaba. A las dos semanas me preguntaron si tenía cáncer, y les dije que sí, y que me iba a morir como todos, pero no ahora. Les dije que disfrutáramos, y no volvieron a preguntar". 

Es un libro benéfico, que ha editado Líberman: "Cuando pensé en poner algo solidario, pensaba en los niños con cáncer y lo que sufren sus padres. A las charlas llevé una urna para que cada uno diera un donativo, y así elegí a la Fundación Aladina".