La razón detrás de que esperemos con ganas el año nuevo: "Hasta los más felices estamos deseando algún cambio"

Miguel García-Baró, catedrático de Ética de la Universidad de Comillas, ha explicado en 'La Tarde' "que el tiempo es una línea es una idea judeocristiana"

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La razón detrás de que esperemos con ganas el año nuevo: "Hasta los más felices estamos deseando algún cambio"

Redacción La Tarde

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Hay muchas tradiciones para celebrar la Nochevieja y el Año Nuevo. Expectantes siempre ante las campanadas, estés dónde estés, y aquí con las 12 uvas en la mano, un clásico. Y claro, el nuevo año suele llegar en las grandes ciudades con fuegos artificiales.

Y después de haber recibido el nuevo año con un brindis, al día siguiente es todo un clásico el concierto de Año Nuevo retransmitido desde Viena. Pero, ¿de dónde viene esto de celebrar el cambio de año? No me refiero a cómo lo hacemos ahora, sino eso de festejar en general, bailar en algunos casos y dar gracias en la mayoría de los hogares.

Hay que remontarse muy atrás. Ya nuestros antepasados notaban cómo, cuando aparecía el otoño y se acercaba el invierno, la luz del Sol iba a menos. Tribus, pueblos, comunidades,... rezaban, sacrificaban, hacían ritos de todo tipo y pedían al cielo su regreso.

Y era hacia esta fecha, hacia al 31 de diciembre, cuando comenzaba el Sol a ir levantándose y a volver a calentar los campos y las cosechas. Las plegarias eran escuchadas, y los cánticos y bailes de celebración y agradecimiento surgían.

Por citarte otra cosa: ya en la antigua Roma había celebraciones con grandes comidas y regalos por estas fechas.

La evolución a lo largo de la historia ha sido extensa, pero hoy nuestro motivo de celebración es diferente. ¿Por qué nos importa, o no, celebrar el fin de año?

Miguel García-Baró, catedrático de Ética de la Universidad de Comillas, ha explicado en 'La Tarde', con Pilar Cisneros y Fernando de Haro, "que el tiempo es una línea es una idea judeocristiana". Otras civilizaciones consideraban que "la línea de la vida se veía como un círculo". Es decir, un nacer y morir. "Celebrar el año nuevo es relativamente nuevo en cuanto a concepción", explica el profesor. Y puntualiza que "estamos dominados por la vida y el tiempo".

Algo que une a todas las personas es que "hasta los más felices estamos deseando algún cambio", cuenta García-Baró. Aunque "no sabemos hacia dónde", para todos, con el fin de año, "marcamos un hito como una oportunidad". Y es que esto es nuestra naturaleza y "es imposible" escapar de ello, porque incluso "la gente más feliz si que querría y necesita un cambio".

Y ante la cuestión de si estamos viviendo en un mundo en el que se siente el paso del tiempo mucho más rápido, García-Baró es tajante: "No creo que haya una relación muy clara entre las circunstancias nuevas y la sensación de que el tiempo pase más deprisa".

Pero hay más características intrínsecas al ser humano: "No es posible" no sufrir, explica el filósofo. Y es que "el ser humano es al ser al que le pasan cosas" pero también "le pasan a cada momento". Querer hacerlo de otra forma resulta "contrario" a lo que la vida realmente es, a ojos de García-Baró. Cree que por mucho que "hayamos pensado como hayamos pensado, siempre hay algo diferente". Esto se da porque "somos seres de rutinas, pero la vida es mucho más divertida". "Deberíamos aprovechar más esa diversión constante", reflexiona, y "hacer cosas inesperadas, nuevas".

Respecto a si el tiempo que vivimos está en crisis, el catedrático responde afirmativamente. Lo justifica en que "la gente vive desamparada" porque "tenemos una indefensión terrible". Por ejemplo, ante "la pérdida de un ser querido" se produce "la falta de horizonte y de sentido fuerte y trascendente es una novedad", detalla García-Baró.

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