Un buzo de Ferrol sale a coger navajas y esto es lo que se ve obligado a hacer para que un delfín no interfiera en su trabajo
Jorge Bustos y Pilar Cisneros te cuentan en 'Mediodía COPE' la historia de este juguetón animal
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Siempre se ha dicho que los delfines son una de las especies más inteligentes del planeta, entre otras cosas, porque aprenden muy rápido y desde luego el mejor ejemplo, sin duda, es Manoliño.
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Manoliño es un delfín que desde hace ya años recorre la costa gallega, podemos decir que en busca de nuevos amigos (o de comida). Durante este tiempo ha aprendido a interactuar con la gente, se acerca a cada puerto y hace todo lo posible para que los mariscadores y pescadores jueguen con él, especialmente los que trabajan como buzos.
El problema es que no es para tomárselo a broma, porque se acerca a los buzos demasiado, les llega a tocar con las aletas, juegan con la manguera que les sube al barco y claro, aunque a nosotros nos parezca simpático, les causa problemas a la hora de trabajar.
Ahora mismo parece ser que Manoliño está en Ferrol y su patrón mayor, Gustavo Chacartegui, coincide bastante a menudo con él.
"Lo vemos porque normalmente sigue las embarcaciones adentro de la dársena, donde atracan las embarcaciones pequeñas, y entonces puedes bajar el pantalán y cualquier persona que pase por aquí y cruce en Ferrol lo puede observar", explica Gustavo.
Un delfín con complejo de perro
Esta relación tan complicada entre el delfín y los buzos comenzó "cuando un buzo de otra ría rompió la burbuja de cristal y empezó a interactuar con él".
A raíz de esto, "en los delfines, pasa que se acostumbran a interactuar y al final es como un perrito abandonado que al principio le cuesta y luego al final se acostumbra en la casa", explica Gustavo.
El problema ha llegado una vez que se ha acostumbrado a interactuar con los humanos y ahora "busca a los humanos". Esto termina dificultando el trabajo de los buzos.
Así no hay quien encuentre navajas
Los buzos de la zona se dedican a buscar navajas, para poder hacerlo, comenta Gustavo, es muy importante que tener "la superficie muy quieta para ver los agujeros y que la navaja no note vibraciones porque entonces se entierra".
Manoliño se dedica a mover las aletas y esto termina por enturbiar el agua y explica Gustavo que "lo más molesto es que al principio se te queda mirando con cara de pobreño, te hace ruidos. Si no le haces caso, entonces te empieza a dar con el pico golpecitos".
Pero, ¿qué pasa si aun así no le hacen caso? "Se te apoya encima, te roza... Y ya, lo último que hizo fue a un compañero que le cogió la manguera (que utilizan para respirar). No se la rompió, le cogió la manguera y se la llevó.
En verano, los turistas sí que se dedican a jugar con él. Pilar Cisneros lo compara con un perro juguetón en vez de un delfín, pero Gustavo le recuerda, bromeando, que sí que lo parece, "pero un perro de 400 kilos".
Entrar en su juego para poder trabajar
Gustavo comenta que "hablas con las administraciones y te dicen que no interactúes con él. Que no hagas nada, que lo ignores. Lo que pasa es que él no acepta la ignorancia". De hecho, ha descubierto que si les da la suficiente pena a los buzos, "como un perrito abandonado", terminan jugando con él.
La solución que se les ocurrió fue que bajasen dos buzos, mientras uno se queda trabajando, el otro se encarga de distraerle y jugar con él para que no moleste a la hora de buscar navajas. "No es lo mejor que hay que hacer, pero es que él no acepta un no por respuesta", concluye Gustavo.
"Dicen que cuando madure mentalmente", comenta Gustavo, que será el momento en el que se canse de jugar y por fin les deje trabajar tranquilos.
Puedes escuchar la entrevista completa en el audio al inicio de la noticia.