La primacía de la Verdad como fuente de conversión

Esta semana hemos celebrado la festividad de san John Henry Newman del que mañana se cumplirán cinco años de su canonización. Su figura sigue resultando no solo de gran actualidad sino también de enorme interés. Recientemente, de hecho, con motivo de este aniversario se celebraba una Jornada de la Cátedra John Henry Newman creada en la Universidad Católica de Ávila. 

El cardenal Ratzinger, quien fuera un gran estudioso suyo, aún siendo purpurado, definía a Newman como uno de los grandes maestros de la Iglesia porque al mismo tiempo, decía, toca nuestros corazones e ilumina nuestro pensamiento. Fue ante todo “un hombre honrado en la búsqueda de la Verdad. Y es que tenía claro que la primacía de Dios era la primacía de la Verdad.

En la Misa de beatificación, ya como Benedicto XVI, recordaba su lema, cor ad cor loquitur, “el corazón habla al corazón”, con el que nos ofrecía la perspectiva de su comprensión de la vida cristiana como una llamada a la santidad.

Sus intuiciones sobre la relación entre fe y razón, sobre el lugar vital de la religión en la sociedad o sobre la necesidad de un educación esmerada y amplia también fueron de gran importancia y siguen inspirándonos. De hecho, para los que estamos de alguna forma vinculados con la educación tenemos muy presente su esfuerzo por formar el ethos, la fuerza motriz de las escuelas y facultades católicas mediante unas condiciones educativas en las que se unifique el esfuerzo intelectual, la disciplina moral y el compromiso religioso.

También otras muchas inquietudes de san John Henry Newman tienen una enorme vigencia: la compresión racional de Dios, la necesidad de la formación del laicado o esa cuidada búsqueda de la verdad moral.

Acabo recordando su epitafio: “Pasó de las sombras y las imágenes a la Verdad”, muy en la línea del Evangelio de san Juan: “Si permanecéis fieles a mi palabra, seréis de verdad mis discípulos; conoceréis la Verdad y la Verdad os hará libres”. 134 años después de su muerte, cinco años después de su canonización, conviene releer y tener muy presente al cardenal Newman como modelo de vida cristiana para este mundo relativista.