"Page quizá pierda el recurso, pero habrá sido coherente con sus principios, que eran los del PSOE hasta julio de 2023"

En la mesa de Cándido Conde-Pumpido, presidente del Tribunal Constitucional de Pedro Sánchez, se ha acumulado un tocho de recursos contra la ley de impunidad, perdón, contra la ley de amnistía hecha por Puigdemont y para Puigdemont. Son una decena de recursos presentados por las comunidades autónomas gobernadas por el PP, pero también por el Tribunal Supremo y también por un barón socialista pero no sanchista: Emiliano García-Page.

A Page se le ha criticado mucho eso de ser muy clarito en los dichos y no tan claro en los hechos. O sea, que protestaba mucho contra las decisiones más nacionalistas de Sánchez pero luego no hacía nada concreto contra ellas. Pues bien, concedamos hoy a Page lo que es de Page: prometió recurrir la ley de amnistía y lo ha hecho. Como esperamos que se oponga, también en los tribunales si es necesario, al cuponazo catalán. 

Feijóo le pide algo más: le pide que exija a los diputados castellanomanchegos en el Congreso que rompan la disciplina de voto socialista que pastorea el bueno de Patxi López, que ejerce de Igor o mayordomo de la mayoría Frankenstein. Pero lo cierto es que en ese grupo parlamentario ya no existen los diputados de Castilla-La Mancha, o de Aragón, o de Andalucía o de Madrid: existen los corderos sanchistas. A todos los ha puesto Pedro ha dedo y no obedecen otra voz que la suya. 

La igualdad de los ciudadanos de esas comunidades hace tiempo que dejó de importar a sus señorías de la bancada roja: solo les importa la igualdad de su nómina a fin de mes. Por eso han perdido tanto poder territorial. Pero Page conserva su mayoría absoluta precisamente gracias a su rebeldía. Y por esa rebeldía ya se ocupó Ferraz de cortar el cordón umbilical entre los barones críticos y las listas al Congreso.

¿Y qué va a pasar ahora con todos esos recursos? ¿Lograrán tumbar la ley de amnistía? Pues me temo que no. Lograrán retrasar el proceso, quizá impedirán que esta Navidad Puigdemont se coma ya el turrón en la pastelería de sus familiares, ubicada en Amer, provincia de Gerona. De hecho acaba de decirle el juez Llarena, siguiendo la doctrina del Supremo, que su malversación es inamnistiable, y que mantiene la orden de detención. 

Pero tarde o temprano nos maliciamos que una mayoría raspada -una de 6 magistrados contra 5- consumará la traición a la igualdad de los españoles ante la ley que significa la amnistía. Porque este es un Tribunal Constitucional de autor, un tentáculo político de Moncloa, el ministerio número 23. Y su ministro es Cándido, el Tezanos de la Justicia. Alguien que el otro día nos provocó una carcajada cuando pidió respeto a su independencia. Porque, claro, nos acordamos de su amparo a Otegi o de su perdón a los corruptos de los ERE o de su legalización de la maniobra para quitarle al Consejo la facultad de hacer nombramientos, y nos tenemos que reír por no llorar. Los deseos de Pedro son órdenes para Cándido. Y los deseos de Puigdemont son órdenes para Pedro.

Eso sí: Cándido quizá tenga que esperar a que el Tribunal de Justicia de la Unión Europea se pronuncie sobre la amnistía, gracias a las cuestiones prejudiciales que se han elevado ante esta instancia comunitaria. Porque sería muy ridículo, incluso para él, fallar en sentido contrario al derecho europeo. No es que tengamos demasiadas ilusiones en la intervención europea ni en los recursos presentados. Pero nunca dejaremos de creer en la necesidad de devolver la coherencia moral a la política cuando caiga el sanchismo. 

Page quizá pierda el recurso, pero habrá sido coherente con sus principios, que eran los del PSOE hasta la misma noche del 23 de julio de 2023. Y eso reforzará su autoridad moral cuando en ese partido toque pasar página de la ominosa etapa populista protagonizada por Pedro Sánchez.