E63 - 'Renacer'
Madrid - Publicado el - Actualizado
1 min lectura
Ha llegado la Cuaresma. Es imposible no darse cuenta de ello. Hoy es un día especial, vivimos el ayuno que Jesús también vivió. También vivimos la abstinencia y cambiamos el color de la liturgia. El sacerdote nos impone la ceniza en la frente. Somos ceniza y a eso volveremos. No es algo agradable pues mancha y huele mal. Sin embargo, ¿por qué la Iglesia lo usa?. La ceniza habla de final, de término; se ha acabado un gran incendio y queda la ceniza. Cuando alguien fallece y es incinerado, eso es lo que queda. Pero, curiosamente, también puede estar en el sitio donde algo empieza. Puede dar lugar a la vida y se nos viene a la cabeza el ave fénix, que "renace de sus cenizas".
La gracia de Jesús es la que hace que podamos renacer de nuestras cenizas, de nuestras debilidades. Nuestra ceniza no es un final, no es una palabra de muerte. Puede ser la ocasión de un principio, de una palabra de vida. No hacemos solo un ejercicio de realismo. Recordarnos que somos ceniza es también recordarnos que el pecado, la debilidad y nuestros límites no son el final. Convertirse es renacer, a través de la fuerza y la gracias de Jesús.