Carta del arzobispo de Barcelona: «El patronazgo de la Virgen del Pilar»

En su escrito de esta semana, el cardenal Omella invita a los fieles a rezar a María, ahora que estamos en el mes del Rosario

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Redacción digital

Madrid - Publicado el

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El próximo miércoles celebramos la fiesta de la Virgen del Pilar, una advocación que confirma lo profundamente mariano que es nuestro país. La presencia de María a lo largo y ancho de nuestra geografía es abrumadora. San Juan Pablo II, en el año 1982, despidiéndose de su viaje apostólico, llegó a decir: «Adiós, España, tierra de María santísima».

De todos es conocido que la Virgen del Pilar es muy querida y popular en muchas partes. Ha estado muy presente en mi entorno y me ha acompañado siempre. Alrededor del 12 de octubre, en la ciudad de Zaragoza cada año se celebran las Fiestas de la Virgen del Pilar, co-patrona de la ciudad junto a san Valero. Las fiestas comienzan el fin de semana anterior al día 12 y se prolongan hasta el domingo posterior. El patronazgo del Pilar se extendió a toda la comunidad aragonesa en 1678.

Como es sabido, en Zaragoza hay una enorme y preciosa basílica dedicada a la Virgen María, bajo la advocación del Pilar. En dicha basílica se conmemora que, alrededor del año 40 d.C., tuvo lugar la primera aparición de la Virgen María reconocida por la Iglesia. Siempre digo que no hay ninguna como esta, ya que, como dice la tradición, la Virgen María se apareció en carne mortal al apóstol Santiago. Gracias a esta inesperada visita, el apóstol Santiago, según dice esa misma tradición, recuperó las fuerzas para proseguir su camino de evangelización. La devoción por la Virgen del Pilar llega hasta nuestros días con mucho fervor. Así, por ejemplo, aún se conserva la tradición de que los niños, antes de recibir su Primera Comunión, sean presentados una vez en su vida a la Virgen del Pilar, lo que se conoce como «pasar por el manto de la Virgen».

Calanda, otro pueblo de la diócesis de Zaragoza, es conocido por un impresionante milagro atribuido a la Virgen del Pilar. Fue en marzo de 1640 y está recogido por los notarios civiles y eclesiásticos del momento. Allí vivía un joven, al cual hacía unos tres años le habían amputado una pierna. Se llamaba Miguel Pellicer. Una noche, mientras soñaba que venía la Virgen del Pilar y le restituía la pierna, fue bruscamente despertado por sus padres, impresionados al ver que su hijo había recuperado la pierna.

Queridos hermanos y hermanas, es impresionante todo lo que santa María está dispuesta a hacer para llevarnos al encuentro con su Hijo y hermano nuestro, Jesucristo. Estos días recemos intensamente a la Virgen. Octubre es conocido tradicionalmente como el mes del Rosario. Podemos hacer nuestra esa oración cada día. Pidámosle que convierta nuestras vidas en caminos de santidad para hacer el bien y ayudar a transformar el mundo. ¡Santa María, ruega por nosotros y por el mundo entero!

† Juan José Omella Omella

Cardenal arzobispo de Barcelona