Carta del obispo de Cartagena: «Iniciamos la Semana de Pasión»

En su carta de esta semana, Lorca Planes recuerda que el Domingo de Ramos lo vivimos todos los días, porque a Cristo se le sigue aclamando y a la vez gritando que le crucifiquen

josemanuellorcaplanes

Redacción digital

Madrid - Publicado el

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En Domingo de Ramos comenzamos una semana grande, un tiempo para saborear el fiel amor entregado de Nuestro Señor. El evangelio de este domingo resalta a Cristo aclamado a la entrada de Jerusalén: «¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!». Muchos fueron los testigos, desde el que aclamaba, hasta el que se interrogaba: ¿quién es este? También comprobamos cómo, entre los asistentes, estaban los que testificaban: «¡Es Jesús, el Profeta de Nazaret de Galilea!». Como ves, Jesucristo entró en Jerusalén entre los gritos de alabanza de unos, la indiferencia e ignorancia de otros y la confesión de fe de los creyentes… Escucharemos cómo el Señor, ante la muerte que le venía, callaba, guardaba silencio, «como cordero llevado al matadero», según anunciaba Isaías. Lo que más se destaca en la pasión y muerte de Cristo es su perfecta conformidad con la voluntad del Padre, su perfecta obediencia. Así hay que entender la muerte del Señor, como el acto supremo de obediencia: «Padre, en tus manos pongo mi espíritu» (Lc 23, 46), lo manifiesta Él mismo con las palabras dirigidas a los discípulos tras el encuentro con la samaritana: «Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y acabar su obra» (Jn 4, 34). Jesús vive de la voluntad del Padre. Este es su alimento.

Existen muchos pasajes de la vida de Jesús donde podemos ver su conciencia clara y decidida a hacer la voluntad del Padre, recordad lo que dijo en otro momento de conflicto con los judíos: «Cuando levantéis en alto al Hijo del hombre, entonces conoceréis que Yo soy, y no hago nada por mí mismo, sino que, según me enseñó el Padre, hablo. El que me envió está conmigo; no me ha dejado solo, porque yo hago siempre lo que es de su agrado» (Jn 8, 28-29). Esto es importante tenerlo en cuenta.

El Domingo de Ramos lo vivimos todos los días, porque a Cristo se le sigue aclamando y a la vez gritando que le crucifiquen, a la entrada de Jerusalén o en tu pueblo o ciudad, y quizás seas tú uno de los que está gritando: «¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!». Es posible; pero, también, puede que seas uno de los que pregunta: ¿quién es este? No faltaron entre los asistentes, los que testificaban: «¡Es Jesús, el Profeta de Nazaret de Galilea!». Jesucristo entró en Jerusalén entre los gritos de alabanza de unos, la indiferencia e ignorancia de otros y la confesión de fe de los creyentes… situaciones que también se dan hoy. Te propongo que pongas mucha atención y que participes con intensidad en este nuevo Domingo de Ramos.

La semana será intensa a partir de este domingo y la experiencia de Getsemaní y del Gólgota la veremos en las procesiones de nuestra Semana Santa. Saludo a todos los cofrades que ya estáis saliendo a la calle con los pasos de la pasión. Vosotros, hermanos cofrades, nos acercaréis a Jesús, el «varón de dolores», que entró en el camino de la cruz y escogió como suyos los sufrimientos, no sólo físicos, sino morales, que le acompañaron hasta la muerte, para reparar el pecado de los hombres. Sabiendo imitar a Cristo no tendremos miedo, aunque vivamos situaciones difíciles, porque se encarga el Señor de disipar nuestras dudas. ¡Ojalá podamos todos vivir este Misterio de amor durante la Semana Santa!

+ José Manuel Lorca Planes

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